viernes, 8 de noviembre de 2013

LA APATÍA DEL PARLAMENTO

GONZALO GRAGERA


Padecemos en Andalucía multitud de talón de Aquiles que nos impiden entender el progreso. Nada nuevo bajo el sol. Del sol agrario de los latifundios que gobernaban los caciques y los terratenientes al sol que ilumina y barniza con la luz de la soberbia y la vanidad los coches que estacionan en las puertas de las consejerías; aquellos señoritos posmodernos que están por encima del bien, del mal y del regular. En Andalucía nunca han existido los de un lado y los del otro, en Andalucía soportamos el peso de unos vecinos de arriba que en el perverso arte de su discurso se burlan de otros que viven en el piso más cercano al cuarto de contadores. La historia así nos lo inculca en una desoladora cronología: caciquismo, franquismo, chavismo y susanismo. Todo, como verán, es lo mismo. Ripio sobre ripio. Don dedazo. Máscaras del subdesarrollo para una tierra siempre en la última posición.

El subdesarrollo, a finales de los años 70’ del siglo XX, motivó lo nunca vivido: los andaluces se levantaban. Y menuda montaron esa mañana de diciembre nuestros mayores, en esos machadianos días de cielos azules y de sol de la infancia. Diciembre es el mes de la esperanza. Y con la esperanza, que es el verde de nuestra bandera, alabado fue el artículo 151 de la Constitución: la autonomía. Una autonomía como sinónimo de progreso, de renovación, de apertura, de avance, de gozo, de democracia, de libertad, de ilusión.

Treinta años han transcurrido desde entonces. Treinta años en donde ha llovido hasta inundar y humedecer los valores y los principios que levantaron a los andaluces de tantas ideologías con un único fin: riqueza política e intelectual. De aquellas hazañas vinieron los logros, o los lodos, que uno está entrando en la era del escepticismo cuesta abajo y sin frenos.

La herencia –palabra tan denostada y tan manida por los últimos acontecimientos que son de sobra conocidos- que quizá mejor refleje todo lo que el cuatro de diciembre supuso lo tenemos en un antiguo hospital que tuvo el mote de Hospital de la Sangre… La misma sangre que lleva el río entre la corrupción que no cesa y la monotonía de un discurso parlamentario. Discurso barroco para un edificio renacentista. Qué lejos están las edades del oro en el hombre y en las artes.

El Parlamento andaluz es el órgano fundamental que da vida a la democracia andaluza. Sin embargo, la riqueza política que anteriormente mencionamos ni está ni se le espera entre los escaños. Baelo Claudia, teatro de Itálica, ruinas de Rodrigo Caro tras un velo de fingida modernidad. Dos frentes nutren sus intervenciones: un pacto de gobierno de izquierdas –porque en fin, de alguna forma habrá que catalogar lo que allí tenemos- y una oposición –porque en fin, de alguna forma habrá que catalogar lo que allí tenemos- cuyo trabajo nace en un juzgado de instrucción y en un par de medios de comunicación. Porque sí, y esto es inconcebible en una democracia moderna: la oposición política no puede estar en manos de los jueces y de la prensa. A la política lo que es de la política y a la justicia lo que es de la justicia. División de poderes en una tierra alejada de la ilustración en estos quehaceres.


Diseccionado y estudiado, el Parlamento necesita altura política; valores y principios, ilusiones que saturaron las calles en una mañana de invierno. El principal instrumento del juego democrático que nos dejaron nuestros mayores no debe quedar en la apatía y en la rutina. Como dijeran los clásicos, nada de lo humano es ajeno, y humana es la condición de los que allí PERviven; por tanto, que nadie tire la piedra sino está libre de pecado. No seré yo quien lo haga. No obstante, sugerimos la renovación de un gobierno que no ha conocido el polvo del destierro, la soledad del hombre que no conoce el poder, y sugerimos una oposición responsable que valore el estatus político que sus votantes les cedieron. En un Estado de Derecho no se postra la rodilla al subdesarrollo. Y qué doctrina tan opuesta al subdesarrollo nos encomiendan: porque verá usted, qué entretenidos son los juzgados en Andalucía y qué apático su Parlamento…

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