lunes, 31 de marzo de 2014

DECÁLOGO DEL MAL POLÍTICO

JAIME FERNÁNDEZ-MIJARES


Tenían esa sana costumbre, expresión que utilizaba el profesor Bolea cuando explicaba Historia. Como cantaba mi Mick Jagger Old Habits Die hard, las viejas costumbres difícilmente mueren y los políticos han aprehendido ,para sí, una serie de sanas -pero malas- costumbres que hacen que nos gusten, gustar como sinónimo de reír, que otra cosa no, pero a socarrones y sarcásticos, en este cuaderno, no nos gana ni el mismísimo Dios. Sin más, es preciso pasar a analizar esos imperativos categóricos según los cuales obran los políticos actuales:

1.- Uso ridículo de la lengua

Quizás, la peor de las sanas costumbres de los políticos es la de utilizar el verbo "cesar" como si fuera transitivo cuando no, no lo es. Por tanto, les aclaro que una persona no puede CESAR a otra, CESAR cesa uno mismo, nadie puede cesarlo. .

2.- Brillante desparpajo con el subterfugio del lenguaje

Esta costumbre va bien relacionada con la anterior, pero no las considero iguales, bastante sencillo es el porqué. A menudo escuchábamos un Leve desaceleración económica, Moderación del ritmo de crecimiento de los salarios o Factor de estabilidad político y económico –cuando la realidad indica lo contrario-. ¿Saben a qué me refiero? Pues eso.

3.- Nula experiencia de vida

Quizás podemos estar equivocados, pero no concebimos la política como forma de vida o clave para subsistir, sino que el hombre no tiene que necesitar de la política para vivir, yaciendo ahí la clave, tal y como nos contó Diego de los Santos. Dicho esto, la mayoría de las señorías de San Telmo poca vida han tenido a parte de la política, salvando excepciones, evidentemente, pero valga recordar el caso de USA, por ejemplo, donde los políticos son políticos, tras haberse convertido en empresarios y hombre y mujeres de éxito en su profesión, amén de excepciones claro está. Pero en España y Andalucía, queda todo solucionado con un "Es que es un excelente servidor público y no necesita una carrera o experiencia laboral para dedicarse a servir a los ciudadanos". Aún así, somos benévolos, y les concedemos un voto de confianza, quizás anden pensando como Severo Ochoa, quien se dedicó a investigar la vida y supo para qué existía. Ahí lo tienen.

4.- Escuchar chistes de Eugenio

También podemos tomar a Gila, pero es curioso como sus señorías están constantemente sonriendo como si vivieran en una burbuja y todo lo que vivimos fuera una tragicomedia sin fin. Claro está, viven en una burbuja, pero a ellos y a ustedes les da igual, o no. De vez en cuando está el chiste de Vamos a crear empleo, creamos empleo, mi objetivo es crear empleo o el objetivo es una reconversión del tejido industrial. Desafortunadamente, se lo creen, pero no. No crean empleos ellos, ni ellos, ni el Leviatán en que han convertido este Estado y Esta Comunidad.

5.- Nula capacidad de razonamiento jurídico

La peor de todas las costumbres es el hecho de hablar de la Ley como algo que es último recurso o como algo que hay que cumplir por las malas y por defecto. No. La ley debe ser el argumento de todo hombre y mujer dedicados a servir. El argumento jurídico es siempre agua frente a cualquier falacia política que no es más que hielo que se diluye ante la pureza de la evidencia.

6.- Hipocresía

Pónganse en situación, busquen en hemeroteca. Encontrarán situaciones en las cuales los que criticaban la política aplicada por un gobierno, ahora, hacen justo lo que criticaban y así sucesivamente. Claro que, aquí, ni siquiera se escucha crítica, porque ni hay ni se espera a los que critiquen y sean dignos y capaces opositores.

7.- Sentido de la historia

Si un servidor tuviera a mano una tribuna cada día, no se cansaría de evocar y citar a Hemingway, Machado, Franklin o Von Mises. Pero no, a la  mayoría de sus señorías sólo los vemos aplaudir, gritar, abuchear o dar golpes en la madera del hemiciclo o la asamblea autonómica.

8.- Extraño uso de la vestimenta

Esbozamos una sonrisa cuando observamos a muchos políticos con corbatas que les quedan como si fueran llaveros colgados del cuello o la eterna americana abrochada con los tres o dos botones. Ya sabemos que todos no pueden ser tan guapos como Adolfo Suárez o tener ese fachón tan tremendo, pero oigan, cuando se les ve de semejante guisa parece que no tienen ganas ni devoción por esa vocación que dicen tener. 

9.- Laxo sentido del deber

Y digo laxo porque el deber no es un sentido, es una consecuencia de haber sido elegido por los ciudadanos para ejercer la representación. Es increíble cómo las cámaras legislativas aparecen vacías según qué se debata. No están ustedes para hacer rentable las cafeterías de sus lugares de trabajo. En cualquier empresa privada, su actitud es considerada una falta a sus deberes como trabajador, no hace falta les diga que pasa con ustedes, con sus señorías pasa nada.

10.- Currículos y carreras


Ejercer el poder, en la antigüedad –tal y como dejé escrito en otros artículos- era todo un honor para quienes acababan desempeñándolo. Hoy es una forma de trabajo, y ni siquiera consideran que haya que formarse para ejercerlo. No se esfuerzan por ser los mejores, ni quieren serlo. Por suerte, la ciudadanía y nosotros no es que seamos los mejores, nos esforzamos por serlo, y eso es lo que cuenta, la actitud. El problema es que no se puede meter la actitud en la papeleta con la que se vota cada cuatro años.


martes, 25 de marzo de 2014

GRACIAS, PRESIDENTE

MARIANO PÉREZ DE AYALA


Hoy escribo desde el corazón.

No me salen las palabras más que de mis entretelas, así que discúlpenme, porque ya saben que éste órgano no atiende a razones, no aspira a la lógica, no se imbuye de formalismos, es ajeno a injerencias y  no puede, no debe, ser objetivo.

De la simpleza del título se deduce que un ingenuo imberbe como yo solo tenga palabras de agradecimiento para Don Adolfo Suárez González. En ese terreno tan personal e intransferible que son los referentes, él siempre será ese trazo de esperanza que a veces necesito cuando la pesadumbre de mirar a los de arriba me invade. Porque yo soy de los de Abbey Road, de Billy Wilder y de Suárez. Yo he desayunado las obras de Victoria Prego, he merendado documentales de la Transición y he cenado sus discursos. No me imagino ciertos momentos de mi vida, inquietudes que surgieron o decisiones que tomé, sin tener en cuenta su figura y magna obra.

 Ya dije que mis palabras no se disfrazarán hoy de nada. Suárez es política. La política  en la que yo creo. La política noble de la valentía, de la concordia, del trabajo y del sacrificio. La política de darle voz a la gente, de elevar el clamor de la calle a la categoría de normal, transfiriendo el poder del Estado al pueblo. La política de mantenerse inquebrantable ante la metralleta. La política difícil, la que no entiende de cómodas poltronas sino de la generosidad de la entrega a una sociedad que ansiaba la libertad.

Adolfo Suárez, avenida de la Constitución (Sevilla) que él nos encomendó

Fíjense que en esta España de trincheras pocas figuras en su ocaso han generado tal avenencia de opiniones. Fuera de ideologías cegadoras o de ánimos resentidos la sociedad española -esa que se amontona hoy en las puertas del Congreso para despedirse- es unánime, Suárez fue el mayor artífice de que fuera la voluntad del pueblo sin coacciones la que decidiera los designios del país, nadie lo discute hoy. Y no solo eso, sino que lo hizo combatiendo con la espada de la concordia contra todo lo imaginable; contra una sociedad en principio reticente a que alguien del propio aparato encarnara el cambio; contra un búnker aún pujante que se rasgaba las vestiduras al ver que cometía la mayor traición posible; contra un ejército que en cada doloroso funeral de la barbarie etarra le recordaba su deslealtad con los dardos más lacerantes en forma de insultos e improperios; contra su propio partido al que nunca fue capaz de importar ese liderazgo que si ejercía en la calle y finalmente, contra una oposición que aunque ahora se vanaglorie de haber sumado siempre, se ancló de primeras en una ruptura imposible con el pasado, para posteriormente, una vez cedida a la razón, orquestar la mayor campaña de acoso y derribo contra un presidente en la democracia, pero en fin, como dice nuestro compañero Jaime Fernández-Mijares, no es tiempo de dedicar ni una línea aquellos mezquinos que hoy regalan glosas a aquel que en su día vilipendiaron.

Suárez no necesitó ser un gran intelectual o un ávido lector, simplemente entendió lo que España precisaba y que su vocación de hombre de Estado y de servicio a los demás por encima de todo era la herramienta imprescindible para la transformación. Siempre nos miró a los ojos, nos habló cara a cara cuando nadie lo había hecho antes, nos dijo que era difícil, pero posible si caminábamos juntos. No gobernó para unos pocos, no gobernó para sí, no gobernó bajo el dictado del voto o de la confortabilidad de un sillón, quiso ser el Presidente de la dignidad del trabajo bien hecho.

No seré yo quien niegue los desaciertos en los que incurrió y quién rechace que aún pagamos un alto precio por los errores que en aquel periodo se cometieron, mas un hombre que supo asumir el momento en el cual su permanencia en la jefatura podía resultar un riesgo para el país que tanto amaba y por el que se había desvivido en cuerpo y alma, es un antídoto absoluto contra la mediocridad que hoy rodea a la clase política. Porque la política es muy ingrata –Churchill perdió las elecciones tras ganar la II Guerra Mundial- pero la memoria no, los recuerdos que le fueron arrebatados por la enfermedad, descansan hoy en las generaciones que entendemos que la libertad es un gran regalo que nos ha sido dado gracias en gran parte a todo su esfuerzo. 

Es ahora, cuando la democracia que nos dejó está herida, -pero no de muerte-, cuando debemos tener presente su gran legado, -su ejemplo de vida-, y rendirle el mejor tributo posible es tratar con mimo y cada día todas las grandes cosas por las que trabajó y que hoy le debemos.

¡Cuádrese, está usted hablando con su presidente!


 A Adolfo Suárez González y a todos los enfermos de alzhéimer y sus familias.   

lunes, 24 de marzo de 2014

MALDITO DIDEROT; BRINDIS POR SUÁREZ

JAIME FERNÁNDEZ-MIJARES


Aquella mañana entró como siempre entraba en cualquier sitio: haciendo que todos a su paso volvieran sus miradas hacia su melena rubia y sus ojos claros. Entró en el despacho del –por entonces- director de RTVE con mirada seria.

-Los de derechas me caen mal, pero tienes cara de simpático. –le espetó-.

Carmen Díez de Rivera Icaza fue la artífice del acercamiento de Carrillo a Adolfo Suárez; la artífice de aquella famosa foto en la que aparecían sentados, alternando, mano a mano, Carrillo, González, Arzalluz, Roca, Calvo-Sotelo y el propio Suárez. Era una mujer de fuerte temperamento con una historia digna de película, digna de tragedia griega. Aquella musa de la transición –etiqueta que no le hizo jamás gracia alguna- forma parte de esa galería de olvidados que hicieron posible aquella Transición. España se convirtió en gran madrastra de aquella mujer que fue la auténtica artífice de la transición a la Democracia.

No fue menos el cardenal Vicente Enrique y Tarancón, azote de Franco, quien mantuvo constantes reuniones con aquellos dos sevillanos de Capitán Viguera –Felipe y Alfonso- y con el propio Carrillo. Siempre se le recuerda por aquél famoso discurso pronunciado en San Jerónimo el Real, con motivo de la coronación del príncipe Juan Carlos como Rey de España. Una intervención recordada como La Homilía del siglo, en la que, entre otras cosas, dejó una frase para la historia, Sólo os deseo que seáis el Rey de todos los Españoles. No se puede obviar la gran capacidad de este país para ser un gran padrastro de todos los que hicieron algo honroso por él. Pregunten a las puertas de un instituto quién era Díez de Rivera, o Tarancón, o el cura Llanos.

De todas las banderas por enarbolar, Suárez ondeó dos: aquella de la Libertad, y la de la Concordia. Más de una madre, abuela, una hija, una novia, una esposa votó a Suárez por lo guapo que era, ellos lo votaron por la seguridad y determinación que siempre mostró. Trajo a la tribuna del Congreso aquella frase de Machado que aún hoy nos emociona. No es hoy ese día en el que haya discursos que nos lleguen al corazón. Olvidaron estos cónsules de hoy la oratoria y se vendieron a la prosa enlatada. La historia es una losa, claro queda, una losa dorada a la que hay que sacarle brillo, pues es el espejo en el que debe mirarse una nación para llegar a ser mejores que lo que una vez fuimos.  Esa losa pesa hoy sobre esos mismos que acabaron con él... aquellos que respiraron aliviados cuando perdió la memoria, porque nunca volvería acordarse de los improperios que alguno, hoy arrepentido, le dirigió. No estoy aquí para hablar de gente mediocre, evidentemente, pues hoy esos mediocres andan llorando como aquellos piangenti que iban tras el Cardenal Savonarola, dejemos pues que lloren a la sombra de un gigante.


Adolfo Suárez en su escaño de la Cámara Baja

La humildad, la concordia, el consenso, son palabras que hoy suenan constantemente en boca de quienes nos gobiernan –aquí y allí- .Suenan, únicamente. en aquellos finales de los 70, Suárez, Díez de Rivera, González, Carrillo, Tarancón y compañía, se encargaron de hacerlas realidad. Si con la muerte de Carrillo fuimos conscientes de que el siglo XX había fallecido, hoy debemos asistir al entierro de la Transición. Debemos mirar al frente, como cuando se dirigía al congreso, decidido, con aquella frase del Poeta de Dueñas, hombres de España, ni el pasado ha muerto, no está el mañana -ni el ayer- escrito. Pocos saben que aquél vecino de Cebreros, que estudió Derecho en Salamanca, trabajó descargando maletas en Atocha. Aquel joven, jugador que fue del equipo de sus amores, el Dinamita de Cebreros, firmaba en el colegio a sus compañeros con una dedicatoria que a pocos dejaba indiferentes, Del futuro presidente del Gobierno. Quienes le odiaban y quienes le amaban destacaban la misma virtud y defecto: la ambición. La ambición no evitó la tragedia Griega que vivió su familia. De alguna forma, toda tragedia tiene el mismo inicio: el amor. 

Proclamaba Denis Diderot, El amor priva de espíritu a quienes lo tienen, y se lo da a los que carecen de él. En este día que enterramos, enterramos también a la incineración de aquellos años. Gastamos ya los años buenos pasados con el deber y propósito de hacer mejor lo que ha de venir. El amor privó de espíritu a Suárez y –a cambio- da espíritu, con su ejemplo, a algunos de los que nos representan y carecen de él. Solo cabe una mirada por el retrovisor y seguir andando hacia un porvenir lleno de espíritu gracias a su amor por este país y su valentía para defender la democracia frente aquellos desalmados con sable que decían ser hombres de honor y ni siquiera sabían escribir esa palabra.

El abrazo, obra de Juan Genovés

A quienes nacimos a fines de los 80, nos llegó la figura del mito de Suárez. Cuando a Javier Cercas le dio por inventar un género literario, creó la ingeneria literaria con Anatomía de un instante. Una maravilla en la que diseccionaba un solo instante en mil historias de todos los protagonistas en la Carrera de San Jerónimo, aquel día de febrero. A mi humilde entender, es una obra que debería ser lectura obligatoria en todo instituto y colegio, pues es la Historia el calcio de los huesos de nuestro intelecto. Decía Suárez que la primera obligación de un político era no convertirse en un autómata, pues he ahí el declive de hoy: ha quedado a un lado aquella forma personal de hacer política siendo uno mismo y han dado paso los políticos a la frase enlatada y a una personalidad autómata.

Lo clásico es aquello que mejor no puede hacerse, y es clásico el mayor acto revolucionario que existe: ser uno mismo. Suárez, González, Carrillo, Díez de Rivera, etc. Eran ellos mismos, eran libres, era la edad de la inocencia, el mejor de los tiempos. Fue el pasado sábado cuando Diego Bermúdez, Gonzalo Gragera, Carlos Afán y un servidor –además de estar en espíritu el resto del equipo de este Foro- brindamos en la despedida de aquella edad de la personalidad, con el propósito de dar paso a una era aún mejor que vendrá -por ella trabajamos-; fue anoche cuando alzamos nuestras copas y dijimos al unísono, ¡Por Suárez! ,anoche fue cuando evocamos aquel Abrazo de Juan Genovés y dijimos, como en 1977,  Esta noche, la Libertad. Maldito seas Diderot, que te llevas a Suárez, con buena intención, para llenar de espíritu aquella tierra donde habite el paraíso. Alcen sus copas, en esta noche, sin miedo. Por la Libertad.

Porque un hombre sólo tiene una vida, a cambio, la historia puede recordar por siempre.


A Don Adolfo Suárez González (1932-2014).

jueves, 20 de marzo de 2014

APLIQUEMOS EL BONA FIDES

CARLOS AFÁN


En junio del año pasado el gobierno de la Junta de Andalucía daba a conocer a los ciudadanos el Anteproyecto de Ley de Transparencia, el 18 de Febrero ya teníamos el Proyecto de Ley. Habría que destacar que la elaboración de cualquier documento o norma que implique un avance en materia de Transparencia, es siempre una buena noticia. Más si cabe cuando somos de los pocos estados miembros de la Unión Europea sin una legislación sobre la materia.

Es fácil coincidir de manera rotunda con el planteamiento que ya hacía el profesor José Luis Piñar en un documento de trabajo en 20091, donde aseguraba que la mayoría de casos de corrupción que se han dado en este país se debían a una falta absoluta de transparencia en los sectores afectados.

Llegados a este punto, se nos antoja complicado no compararla con la exultante Ley 19/2013, de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno, con la que nos sorprendía el ejecutivo de Mariano Rajoy a finales del pasado año. Pues bien, cabe destacar que aunque ambas tratan la misma materia, son bastante diferentes, y es precisamente esto sobre lo que versará mi crítica de hoy.

El alma de una Ley la contiene su Exposición de Motivos, y en la Ley estatal de Transparencia, se desvela un mantenimiento de la concepción más napoleónica de la Administración, donde ésta y sus prerrogativas siguen revestidas de privilegios (véase la presunción de legalidad en sus actos o el propio silencio negativo), que vuelven a dejar al ciudadano con un papel de espectador, nada propio del que debe jugar en pleno siglo XXI, donde se pide que sea cada vez menos ‘cliente’ y más ‘dueño’ de la información y los organismos públicos. Por el contrario, el Anteproyecto andaluz sí se podría decir que guarda un contenido algo más acorde con el fin que se espera de una norma de este tipo, ya que intercala a priori, un arduo deseo de regeneración democrática con un respeto sobre la cultura de los gestores públicos tan denostada en España.

Manuel Jiménez Barrios, Consejero de la Presidencia

 Si nos quedamos en la dermis de la ley, su redacción y riqueza técnica son algo que no se debe obviar, algo que se echa en falta en la ley estatal, donde la pobreza técnica y una gran cantidad de conceptos jurídicos indeterminados o quizás demasiado abiertos campan a sus anchas. Parece mentira que sea un gobierno de izquierdas, cuya esencia responde al de un modelo algo más paternalista, el que confíe en un ciudadano cada vez más capaz de informarse y tomar la iniciativa en los temas relacionados con la Administración Pública.

Resulta interesante señalar algo que el anteproyecto no incluía y que ha sido añadido en el trámite parlamentario, y es el Título VI que recoge el régimen sancionador. Con esta rúbrica el Proyecto de Ley del ejecutivo andaluz se sitúa en paralelo con el estatal. Apliquemos el principio de buena fe con el legislador del anteproyecto inicial, que pensó que un apartado de buen gobierno no era necesario en esta ley, por existir ya otras que trataban el régimen de incompatibilidades, por ejemplo. Lo cierto es que esta ocasión la cámara andaluza ha hecho un verdadero ejercicio de autocontrol que llevaba mucho tiempo sin hacer.

No obstante, que el anteproyecto de ley no contuviera un apartado de buen gobierno no implica necesariamente que se dieran mayores casos de inseguridad jurídica, sino al contrario, es tal el desarrollo y especificación de la ley en materia de derechos y obligaciones que  la hace mucho más beneficiosa para el ciudadano. Es el caso por ejemplo del artículo 6, que versa sobre los principios básicos sobre los que se asienta la norma, tales como la transparencia, libre acceso a la información pública o la responsabilidad (y es por este último por el que señalo su distanciamiento del concepto napoleónico de ‘Administración’), que se complemente con los artículos 7 y 8 (derechos y obligaciones).

Cámara parlamentaria andaluza

Si hay algo por lo que esta norma debe identificarse es por la cercanía y facilidad con la que se dirige al ciudadano, dejando claros conceptos: qué es la información pública o la publicidad activa desde sus primeras páginas.

Por todo ello, y porque realmente hace falta una Ley que convierta al ciudadano en un verdadero auditor de la acción política, este bosquejo no puede quedarse en una simple declaración de intenciones, debe avanzar, y aplicarse en toda su totalidad.

Sólo es una la objeción que le veo a la ley, y  es que establecer un plazo de 20 días para dictar y notificar resoluciones es algo osado, y más si tenemos en cuenta el bajo porcentaje de contratación pública  que actualmente existe. Apliquemos el principio de buena fe y pensemos que  el ejecutivo de Susana Díaz tiene un plan de contratación para el sector público a la altura de las expectativas que ellos mismos han recogido en esta ley, o será una auténtica decepción.

Estamos en vísperas de unas elecciones europeas, y Europa cada vez nos exige mayor altura de miras ante este tipo de problemas, espero que el nuevo gobierno sepa estar a la altura.

Esperemos, confiemos o… ¡ENCOMENDÉMONOS!


(1) Informe sobre ‘Seguridad, transparencia y protección de datos: el futuro  de un necesario e incierto equilibrio’:



miércoles, 19 de marzo de 2014

SER FERMENTO EN LA MASA

ÁLVARO GUIJO

“Como las masas, por definición, no deben ni pueden dirigir su propia existencia, y menos regentar la sociedad, quiere decirse que Europa sufre ahora la más grave crisis que a pueblos, naciones, culturas, cabe padecer”. José Ortega y Gasset (La Rebelión de las Masas, 1930).


Cualquier observador de la realidad política andaluza mínimamente avezado (e independiente de tirios y troyanos) llegará a cuestionarse por qué, a pesar de la profunda crisis que, en todos los órdenes, asola a nuestra tierra, no se perciben atisbos de cambio. La sociedad andaluza parece dormir el sueño de los justos, anestesiada por la fuerza inexorable de la inercia. Precisamente, ése es el elemento definitorio de las masas según Ortega: “Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo — en bien o en mal — por razones especiales, sino que se siente "como todo el mundo" y, sin embargo, no se angustia, se siente a saber al sentirse idéntico a los demás”. El hombre-masa se limita a ver pasar cada instante delante de sus ojos sin ser verdaderamente dueño de su presente; navega a la deriva por los mares de la indolencia y el fatalismo, incapaz de concebir un futuro distinto; anclado perpetuamente en el desolador panorama que le rodea. Así, se arriesga a que otros le den forma según sus intereses, convirtiéndose en testigo mudo de una realidad que ni puede ni quiere cambiar. Solo sabe quejarse, en una pataleta muda que jamás alcanzará ningún fruto tangible. La falta de ideas, de propuestas de cambio, de materia gris, es una constante en el hombre-masa, para deleite de los detentadores del statu quo, que ven así allanado su camino hacia la perpetuación en la poltrona oficial.

La regeneración política de Andalucía será una vaga ilusión mientras que las minorías creativas renuncien a su vocación de fermento de la masa social; a su elevada responsabilidad en el destino colectivo de nuestra tierra. Ya sé que es más fácil acomodarse a lo establecido y disfrutar de una vida plácida a la sombra del poder, con despacho oficial y chófer 24h. Ya sé que la revolución de las ideas requiere apagar el televisor, desconectar el Guasap y el Feisbu, y entregarse al revolucionario ejercicio de pensar. Y es que resulta más sencillo seguir la corriente que tratar de cambiarla; ser estómago agradecido antes que grano en el culo del poder.

Los malos, los otros


Mientras tanto, los apparatchik de la mediocracia (entiéndase como el gobierno de los mediocres) seguirán tomándonos por imbéciles; difundiendo la versión oficial de lo que acontece a nuestro alrededor, aunque cualquier parecido con la realidad sea pura coincidencia. El último ejemplo de insultante voluntarismo nos lo brinda Juanma Moreno (alias Juanma I), el elegido dedocráticamente como nuevo Presidente del PP-A. El recién estrenado prócer de la (eterna) oposición andaluza parece haber decidido continuar con el sainete chirigotero que dio lugar a su designación, dando la espalda a las exigencias sociales de democracia interna y confirmando una vez más que se debe a quien le eligió. ¿A los ciudadanos? No, al señor Rajoy. Veamos qué perlas dialécticas de acendrada oratoria nos brinda Juanma I.

A lo largo de la entrevista concedida al diario El País, el nuevo ídolo de masas se atreve a afirmar que [en su designación] no hay dedazo, no hay nada planificado. En su alto sentido del protocolo, el líder popular demostró un asombroso dominio de la neolengua orwelliana, transmutando la decisión dedocrática del inquilino monclovita en manifestación indubitable de la voluntad Popular (del líder del PP, que no del pueblo). Con un estreno así no parece que la nueva estrella del universo político andaluz represente cambio alguno para nuestra sufrida tierra. De hecho, al ser preguntado sobre su condición de hijo político de Arenas, la esperanza blanca del peperismo andaluz contestaba lo siguiente: “Hay muchos temas y estrategias que Arenas ha dibujado y discursos que él ha hecho que son los que son. Yo puedo cambiarle tres o cuatro palabras, pero si tienes que decir que en Andalucía hay paro, solo puedes decir que hay paro”. En efecto, ha leído bien, querido lector, el cambio que nos propone Juanma I se sustancia en tres o cuatro palabras. Palabras mágicas de algún ritual oculto a los no iniciados, entiendo. Secreta fórmula de alquimia que aspira a obrar el milagro, y tornar la calle San Fernando en Palacio de San Telmo sin aportar ni una sola idea para el futuro de Andalucía.

El dedo que todo lo elige


Seamos serios, Juanma. El PP andaluz –y Andalucía- necesitan mucho más que tres o cuatro palabras para revertir la dramática situación en la que nos encontramos. Y ello no se conseguirá con maquillaje arriolístico de saldo. Si llevan tres décadas fracasando no es por el continente, es por el contenido de su mensaje. Ya sé que Andalucía tiene el dudoso honor de ostentar el récord en desempleo de la OCDE –con el 36,3% de la población activa, EPA 4T 2013-, pero lo que espero de usted no es el diagnóstico, ¡son soluciones! ¿Qué propuestas de cambio tiene Juanma I para Andalucía? Ya conozco los frutos de tres décadas de intervencionismo clientelar, pero ¿qué alternativas me ofrece usted? ¿Acaso es su currículum vitae mejor que el de Susana Díaz? ¿En qué? Porque, ateniéndonos a los fríos hechos, el único mérito que se les conoce a ambos es haber militado en las juventudes de sus partidos desde la más tierna juventud, aprendiendo a barnizar el trasero de sus superiores jerárquicos para ascender en la bur(r)ocracia interna de NNGG/PP y JJSS/PSOE, hasta que el salvífico dedo de sus particulares mesías les designó como herederos del cortijo prometido.

Con estos mimbres, ¿serán capaces Susana o Juanma; Juanma o Susana (tanto monta, monta tanto) de pilotar el cambio en nuestra tierra; de ser el fermento de la masa que reactive a la aparentemente aletargada sociedad andaluza? Apuesto que no. Ambos han crecido dentro del actual sistema; fueron designados por sus superiores jerárquicos, por lo que se deben a ellos y no a la sociedad andaluza; no se les conoce profesión más allá del organigrama de sus respectivos partidos y, lo más importante, no tienen incentivos para mover un solo dedo. Una reforma profunda del sistema supondría acabar con el statu quo del que han venido disfrutando durante toda su vida política, ¿para qué van a abrir sus partidos a los ciudadanos si ello implica renunciar a buena parte de su poder? ¿Por qué deberían modificar un sistema electoral del que son los principales beneficiarios? ¿Qué ganancia les reportaría estrechar el cerco de los controles administrativos sobre decisiones discrecionales que toman ellos mismos?

¿No creen que aquí se respira amor?



Andalucía no se merece estos dirigentes… ¿O quizás sí? Al fin y al cabo, las minorías creativas parecen estar cómodas en su torre de marfil, renunciando a cualquier responsabilidad que conlleve asumir un compromiso social activo; mientras que las masas manifiestan su incapacidad –intrínseca o voluntaria- para tomar las riendas de su destino. Aun así, nunca pierdas la esperanza, querido lector. En tus manos está ser fermento de la masa; agente de cambio de una sociedad –la andaluza- petrificada por la inercia de treinta años de letargo y el indolente conformismo de la eterna oposición, ayuna de alternativas reales que pongan en marcha la (muy necesaria) regeneración de nuestra tierra.

lunes, 17 de marzo de 2014

NO BASTA CON SERLO, HAY QUE PARECERLO

ANTONIO LEAL


El pasado día 12 de marzo tuve la oportunidad de asistir a una conferencia-coloquio organizada por la Universidad Loyola Andalucía en el marco del Foro Diálogos Loyola. La conferencia tenía por título: “La Marca España: una empresa de todos”, como enclave, el fabuloso Salón del Almirante del Real Alcázar de Sevilla y como conferenciante, D. Carlos Espinosa de los Monteros, un ponente de excepción, con una trayectoria empresarial y profesional francamente admirable. Este madrileño, licenciado en Derecho y Dirección de Empresas, y que durante su vida laboral ha desempeñado entre otros cargos el de Vicepresidente del INI, Agregado Comercial en Chicago, Presidente de Iberia, González Byass, Mercedes Benz, Vicepresidente de Inditex, Consejero de Acciona, Schindler, y un largo etcétera, es en la actualidad Alto Comisionado del Gobierno para la Marca España. En las líneas subsiguientes procedo a desgranar los aspectos principales que Carlos Espinosa abordó en su discurso.

Tras una amable y loada presentación por parte del Alcalde de Sevilla, comenzó el ponente, con la independencia que proporciona el hecho de ostentar un cargo no retribuido, por expresar su profunda vocación y anhelo de que la Marca España entrañe un asunto de estado, una cuestión que concierna a todos los españoles, independientemente de sus particularidades sociales, demográficas e ideas políticas. La despolitización del concepto de España y su conceptualización como nación global e integradora, como paraguas donde caben todos los españoles sin importar sus particularidades me parece a todas luces un enfoque cabal y muy acertado. En efecto, el que se estén dando pasos para recuperar el nombre de “España”, término otrora satanizado y enterrado hace años, para dar nombre a diversos foros, proyectos y asociaciones, es sintomático de cierta normalización y madurez como país.

Continuó Carlos Espinosa exponiendo que se está haciendo hoy día un uso desmesurado del término “Marca España” sin saber muy bien de qué se está hablando. Marca España es o aspira a ser una política de estado encaminada a mejorar e impulsar la imagen de nuestro país a todos los niveles (económico, social, cultural, político…). La transformación de la imagen de un país es un proceso lento y costoso, que consta de un componente estructural y otro coyuntural. Para mejorar la imagen del país debemos comprometernos todos, puesto que se trata de algo que repercutirá en nuestro propio beneficio. Un país con buena imagen encontrará más sencillo atraer inversión extranjera, logrará financiarse con más desenvoltura y será capaz de vender sus productos en el exterior más fácilmente. Basta con decir Alemania, para que pensemos en automóviles seguros, poderosos, innovadores y de primerísima calidad. No en vano, las marcas alemanas continúan arrasando en el mercado de la automoción. El ejemplo contrapuesto lo hallamos en los múltiples casos de corrupción política que salpican en España a la inmensa mayoría de partidos a nivel nacional y local. El hecho de que un parlamentario andaluz aparezca en los telediarios asaltando un supermercado y que la prensa internacional se haga eco de ello, constituye obviamente un suceso que daña la imagen de un país. Algo similar sucede si en lugar de Alemania, hablamos de Venezuela o Argentina. Un país que proyecta una mala imagen al exterior está enviando una señal inequívoca a los potenciales inversores: “mejor no traiga su dinero aquí”.

Haciendo un poco de benchmarking, vulgo no inventar la rueda sino identificar e imitar las “mejores prácticas” del vecino, se observó que la gran mayoría de los que se consideran los países más avanzados (ej: Canadá) ya contaban con oficinas y comisiones de defensa de la imagen nacional. Y es que en un mundo tan globalizado y a la vez volátil como el que nos toca, si no cuidas tu imagen de marca, lo natural es la proliferación de competidores e imitadores que acaben por desplazarte y repartirse el pastel.

Carlos Espinosa en la Universidad de Loyola Andalucía


En la parte final de su intervención, Carlos Espinosa hizo referencia a los cuatro atributos con los que se aspira a la marca España esté asociada en el horizonte 2020. Se trata de cuatro ejes fundamentales a potenciar para que se optimice la imagen del país. Los atributos son los siguientes:

1.      Que España sea percibida como un país simultáneamente tradicional y moderno. No podemos renunciar a nuestras tradiciones, nuestros valores, nuestra cultura y a nuestra particular cosmovisión. Más bien se trata de un aspecto que debemos poner en valor. No obstante, España tampoco puede quedarse anclada, tiene que regenerarse y abrazar la senda de la modernidad –mas no la modernidad en el sentido de construcción de edificios megalómanos y fungiformes, ni de la apertura de gastrobares de camarero con mandil violeta.– La modernidad debe llegar a España para quedarse en aspectos vitales como la política, la justicia, las relaciones comerciales y laborales, etc.

2.      Transmitir que España es un país sólido a la par que solidario. La solidez que reporta ser la nación más antigua de Europa y el hecho de ser un país con peso a nivel europeo y en Iberoamérica. Esta doble condición de actor importante tanto en Europa como en el continente iberoamericano, es otro activo para nuestro país. También debemos destacar que España es un país tremendamente solidario que se encuentra entre los 15 primeros países en materia de cooperación internacional. Además, encabezamos la lista europea en cuanto a trasplantes y donaciones de órganos. La solidaridad de los españoles, incluso en estos momentos de crisis económica que atravesamos, manifiesta no conocer límites.

3.      La diversidad enriquece. La diversidad ha de ser siempre considerada como un activo trascendental y un punto fuerte a subrayar de nuestro país. España es un país de una enorme pluralidad, donde se aprecia una gran variedad de climas, lenguas, culturas, tradiciones, etc. que la dotan de una envidiable riqueza.

4.      La fiabilidad como aspecto a mejorar. Que España vuelva a ofrecer al exterior una imagen de país fiable (reliable que dirían en la tierra de Lord Byron), se antoja del todo imprescindible. En este concepto de fiabilidad se condensan la mayor parte de los denominados “valores fríos”, en los que tradicionalmente presentamos un cierto déficit en las encuestas y rankings. La regeneración social, cultural, y política del país es un aspecto clave para mejorar nuestra imagen como país.

En síntesis, apuntaba el ponente, todo lo que nos acredite como un país que cumpla con estos cuatro requisitos –la dualidad de país tradicional y moderno, la solidez y solidaridad de los españoles, la diversidad y la fiabilidad– lo tenemos que comunicar. Tenemos que aprender a vender mejor todo aquello que en España hacemos bien. Mi padre siempre ha empleado una frase que en mi opinión ilustra o sintetiza bastante bien esta reflexión: “no basta con serlo, además hay que parecerlo”. Este país ha traído al mundo una infinidad de personas brillantes y de apabullante éxito internacional –y no solo hablo de deporte, que por cierto, también– que muchos españoles ni siquiera conocemos. Todos nuestros éxitos y puntos fuertes han de darse a conocer.


Me atrajo especialmente la siguiente reflexión del conferenciante: “Para potenciar la imagen de España en el exterior, primero hemos de hacerlo internamente”. Haciendo referencia al fatalismo y catastrofismo imperante en la visión de los españolitos desde “el desastre” del 98 –acepción fatalista donde las haya–. Esa derrotista combinación de autoflagelación y pesimismo innato, esa melancólica desesperanza que inunda y ensombrece el sino y día a día de muchos de nosotros tampoco creo que nos reporte un excesivo favor. No digo que la autocrítica sea mala, líbreme Dios, pero todo en su justa medida. No nos empeñemos en ver siempre el vaso medio vacío, no caigamos presos de esa contagiosa falta de entusiasmo que sigue caracterizando a las generaciones de españoles. Y en este aspecto, –me tiro a la piscina con una opinión personal– creo que los andaluces tenemos un gran aporte que hacer. El andaluz, con su particular forma de ser y entender la vida, con esa casi patológica expectativa de que todo irá bien a pesar de los contratiempos, que le permite librarse de la apatía y la desazón pero sin caer en la euforia, está llamado a desempeñar un papel relevante en esta regeneración de la imagen de esta vieja piel de toro que se llama España.

jueves, 13 de marzo de 2014

CRÓNICA DE UN ÉXTASIS ANUNCIADO

JAIME FERNÁNDEZ-MIJARES


Todo comienza en 1884 en Estados Unidos, cuando, un Juez del Tribunal Supremo de Estados Unidos, Oliver Wendell Holmes, proclama  ahora es cuando debemos preguntarnos qué podemos hacer por nuestro país. Setenta y seis años más tarde, Kennedy se inspiraría en aquella frase para acuñar aquello de No te preguntes que puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu nación. Observando los gestos de JFK o cualquier otro presidente, amén de sus luces y sombras -alargadas sombras-, vemos como las sociedades anglosajonas tienen un admirable sentido de la historia.

Si vamos a semanas atrás, asistimos a ese “congreso” del Partido Popular Andaluz, en el que se nombra a Juan Manuel Moreno presidente de los populares -en un éxtasis de abrazos y sonrisas- . Digamos que se nombra, por no decir se señala. Desde antes y después del congreso se nos procura presentar a Moreno como Juanma. Es conocido por todo español y andaluz, el empeño eterno de la política, de aquel y el otro lado, de presentar a sus líderes como el vecino de arriba, abajo y el de planta. El PSOE tenía a Pepe, que fue designado por Manolo. Pepe designó a Susana, que pactó con Diego, cuyo partido dirige Antonio, que no está en el parlamento, al igual que Juanma, que fue precedido por Juaninasio, alcalde de Sevilla, que sustituyó a Arenas. No, Arenas sólo era Javié en el Partido Popular. Si todos estos hubieran sido vecinos -los vecinos simpáticos que constantemente nos presentan como nuestros gobernantes- , Javier era el que se apuntaba el último a jugar al padel y el que, como castigo, tenía que alquilar la pista.

¿Por qué la constante de presentarlos como si fueran nuestros vecinos y no como lo que realmente son? A los novísimos asesores, y no tan novísimos -véase Arriola-, les cayó la breva con Facebook y Twitter. Suponen una gran Iron Curtain, vulgo Telón de Acero, para la sociedad que los elige, pues ese telón de acero viene a convertirse, muy fácilmente, en una distancia de seguridad y zona de confort que impide, más bien ayuda, al político a no ir a la zona del pánico, a explorar zonas nuevas, a que le digan en un salón de grados o de actos de una facultad usted no me gusta, intente convencerme. 

El cómodo sofá, que es la red social de Dorsey o la de Zuckerberg, se transforma en anestésico cuando el político pisa la calle y se convierte, valga la redundancia, en lo que nunca dejó de ser: una persona normal que, en ocasiones, olvidó que fue elector, como los que le eligieron. Hace unos días, leía una magnífica entrevista a Luis Carlos Rejón, en la que venía a decir algo así como que no existe la oposición en el parlamento andaluz. Maíllo está fuera, Juanma Moreno también. Cierto es, no existe la oposición o al menos sus líderes fácticos, en el parlamento. Qué razón tenía don Diego cuando muestra su rechazo a que los problemas de los andaluces se solucionen en los despachos de San Telmo, tiene razón, se solucionan en el parlamento. -Me viene ahora a la cabeza aquello si no ganamos en el campo, ganaremos en los tribunales, ¿sabe usté?, pero dejemos a Don Manué en paz, no me hagan caso-. La oposición representa lo contrario a aquello que ocurrió en el parlamento inglés cuando gobernaba the Iron Lady:

 -Ustedes solo saben oponerse a todo.
-Oiga, Señora Primera Ministra, es como si nosotros le decimos que usted solo sabe gobernar.

La oposición ni si quiera se opone, mientras la presidenta dice, expresa, inaugura, expone, menciona, nombra –esto último se da muy bien en la Junta y demás instituciones públicas- , formula, anuncia, enuncia, enumera, observa etc. Como si fuera un eterno sainete para el disfrute de ellos. El caso es que don Antonio muestra su rechazo a que don Juanma visite a doña Susana en su despacho, porque para solucionar los problemas está el parlamento, ahora bien, el líder de IU, puede que esté escupiendo hacia arriba, y ya sabemos que pasa por la acción de la gravedad. Sí, que el también la visitará en su despacho, ¿por qué? Porque no está en el parlamento, no existe, a día de hoy, la oposición. Por esa razón, las encuestas son dulces y la legislatura un paseo militar, porque ni hay oposición y siempre es útil el manido argumento de la culpa es de Moncloa. 

Durante mi estancia en Estados Unidos en 2008 recuerdo como todos los políticos se reunían para dirigirse a la ciudadanía hasta en las puertas de los supermercados. Voy más allá, Ron Paul abarrotó un auditorio de Columbia para dar una conferencia en su carrera a la nominación republicana para las elecciones de 2012. Ed Milliband -líder del Labour Party inglés- llenó el salón de actos de una universidad inglesa hace unos meses, para dirigirse a sus alumnos, para que estos lo conocieran, el mismo que llenó Cameron, con el mismo fin. En España no esperamos a los políticos en una Universidad si no es cuando ya se han retirado.

Miren, no nos interesa el cómo fue, nos interesa el cómo es, el cómo será. Nos interesan que nos conozcan y que sepan nuestras inquietudes y necesidades. La ciudadanía no necesita salvadores ni políticos revestidos de héroes que tienen en la boca el mantra que sacó a pasear don Juanma el otro día, la política es el arma más eficaz para cambiar la sociedad. 

Juan Manuel Moreno Bonilla, bautizado como Juanma I


El cambio y su fuerza son los ciudadanos, y su única obligación es hacer la vida de los ciudadanos más fácil. Aquí no se les dio carta blanca para que sigan con el tramo medio de IRPF más alto de España y que la oposición calle, no se les eligió para que se amenace con un impuesto a grandes superficies y la oposición no sea capaz de tener luces para saber que eso es una peligrosa doble imposición que esquilmaría el consumo. A ustedes no se les eligió para que impulsen políticas de subvención, pues esas políticas solo generan eso: subvención. Se les elige para que sean consecuentes e impulsen políticas de inversión, que es la que genera movimiento, y además, inviertan bien, y no despilfarrando, creando, por ejemplo, un fondo de inversión en capital riesgo, público, que era su máquina de perder dinero.


A ustedes, en definitiva, no se les elige para que se crean vecinos nuestros, a ustedes se les elige respondiendo a la pregunta que nos hacen a nosotros, ¿qué podemos hacer nosotros por nuestro país, nuestra comunidad? Lo que podemos hacer es delegar nuestra soberanía en ustedes, nuestros representantes, y obren en consecuencia como personas normales que son. Pues no son seres superiores, son personas. Así que, vayan a las universidades, entradas de supermercados; dense de bruces con la realidad, exploren su zona del pánico y dejen en la jaula al pajarito azul y guarden la F blanca de Palo Alto. Respondan a una pregunta, todos, de todos los colores, ¿qué pueden hacer ustedes por Andalucía?