lunes, 31 de marzo de 2014

DECÁLOGO DEL MAL POLÍTICO

JAIME FERNÁNDEZ-MIJARES


Tenían esa sana costumbre, expresión que utilizaba el profesor Bolea cuando explicaba Historia. Como cantaba mi Mick Jagger Old Habits Die hard, las viejas costumbres difícilmente mueren y los políticos han aprehendido ,para sí, una serie de sanas -pero malas- costumbres que hacen que nos gusten, gustar como sinónimo de reír, que otra cosa no, pero a socarrones y sarcásticos, en este cuaderno, no nos gana ni el mismísimo Dios. Sin más, es preciso pasar a analizar esos imperativos categóricos según los cuales obran los políticos actuales:

1.- Uso ridículo de la lengua

Quizás, la peor de las sanas costumbres de los políticos es la de utilizar el verbo "cesar" como si fuera transitivo cuando no, no lo es. Por tanto, les aclaro que una persona no puede CESAR a otra, CESAR cesa uno mismo, nadie puede cesarlo. .

2.- Brillante desparpajo con el subterfugio del lenguaje

Esta costumbre va bien relacionada con la anterior, pero no las considero iguales, bastante sencillo es el porqué. A menudo escuchábamos un Leve desaceleración económica, Moderación del ritmo de crecimiento de los salarios o Factor de estabilidad político y económico –cuando la realidad indica lo contrario-. ¿Saben a qué me refiero? Pues eso.

3.- Nula experiencia de vida

Quizás podemos estar equivocados, pero no concebimos la política como forma de vida o clave para subsistir, sino que el hombre no tiene que necesitar de la política para vivir, yaciendo ahí la clave, tal y como nos contó Diego de los Santos. Dicho esto, la mayoría de las señorías de San Telmo poca vida han tenido a parte de la política, salvando excepciones, evidentemente, pero valga recordar el caso de USA, por ejemplo, donde los políticos son políticos, tras haberse convertido en empresarios y hombre y mujeres de éxito en su profesión, amén de excepciones claro está. Pero en España y Andalucía, queda todo solucionado con un "Es que es un excelente servidor público y no necesita una carrera o experiencia laboral para dedicarse a servir a los ciudadanos". Aún así, somos benévolos, y les concedemos un voto de confianza, quizás anden pensando como Severo Ochoa, quien se dedicó a investigar la vida y supo para qué existía. Ahí lo tienen.

4.- Escuchar chistes de Eugenio

También podemos tomar a Gila, pero es curioso como sus señorías están constantemente sonriendo como si vivieran en una burbuja y todo lo que vivimos fuera una tragicomedia sin fin. Claro está, viven en una burbuja, pero a ellos y a ustedes les da igual, o no. De vez en cuando está el chiste de Vamos a crear empleo, creamos empleo, mi objetivo es crear empleo o el objetivo es una reconversión del tejido industrial. Desafortunadamente, se lo creen, pero no. No crean empleos ellos, ni ellos, ni el Leviatán en que han convertido este Estado y Esta Comunidad.

5.- Nula capacidad de razonamiento jurídico

La peor de todas las costumbres es el hecho de hablar de la Ley como algo que es último recurso o como algo que hay que cumplir por las malas y por defecto. No. La ley debe ser el argumento de todo hombre y mujer dedicados a servir. El argumento jurídico es siempre agua frente a cualquier falacia política que no es más que hielo que se diluye ante la pureza de la evidencia.

6.- Hipocresía

Pónganse en situación, busquen en hemeroteca. Encontrarán situaciones en las cuales los que criticaban la política aplicada por un gobierno, ahora, hacen justo lo que criticaban y así sucesivamente. Claro que, aquí, ni siquiera se escucha crítica, porque ni hay ni se espera a los que critiquen y sean dignos y capaces opositores.

7.- Sentido de la historia

Si un servidor tuviera a mano una tribuna cada día, no se cansaría de evocar y citar a Hemingway, Machado, Franklin o Von Mises. Pero no, a la  mayoría de sus señorías sólo los vemos aplaudir, gritar, abuchear o dar golpes en la madera del hemiciclo o la asamblea autonómica.

8.- Extraño uso de la vestimenta

Esbozamos una sonrisa cuando observamos a muchos políticos con corbatas que les quedan como si fueran llaveros colgados del cuello o la eterna americana abrochada con los tres o dos botones. Ya sabemos que todos no pueden ser tan guapos como Adolfo Suárez o tener ese fachón tan tremendo, pero oigan, cuando se les ve de semejante guisa parece que no tienen ganas ni devoción por esa vocación que dicen tener. 

9.- Laxo sentido del deber

Y digo laxo porque el deber no es un sentido, es una consecuencia de haber sido elegido por los ciudadanos para ejercer la representación. Es increíble cómo las cámaras legislativas aparecen vacías según qué se debata. No están ustedes para hacer rentable las cafeterías de sus lugares de trabajo. En cualquier empresa privada, su actitud es considerada una falta a sus deberes como trabajador, no hace falta les diga que pasa con ustedes, con sus señorías pasa nada.

10.- Currículos y carreras


Ejercer el poder, en la antigüedad –tal y como dejé escrito en otros artículos- era todo un honor para quienes acababan desempeñándolo. Hoy es una forma de trabajo, y ni siquiera consideran que haya que formarse para ejercerlo. No se esfuerzan por ser los mejores, ni quieren serlo. Por suerte, la ciudadanía y nosotros no es que seamos los mejores, nos esforzamos por serlo, y eso es lo que cuenta, la actitud. El problema es que no se puede meter la actitud en la papeleta con la que se vota cada cuatro años.


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