GONZALO GRAGERA
Dicen que no hay nada
más serio que el buen humor. Humor que no acepta el chiste facilón consecuencia
de la caricatura y de la tópica etiqueta que tratan de imponer los doctores de
la demagogia y del simplismo. Humor sin el humo nocivo de los graciosos. Humor
con mayúscula, porque es arte y al arte se debe; al arte inclina su reverencia.
Humor cuyos fundamentos quizá sean necesarios para comprender el análisis de la
política y para, por qué no, practicarla; sacar la media sonrisa en un ámbito
tan serio es señal de inteligencia. Inteligencia que, claro está, no se
encuentra entre las cualidades de este a quien estáis leyendo.
Al igual que de
inteligencia estoy ramplón y no alcanzo el suficiente, del buen humor poco
saben en el Partido Popular de Andalucía. Lo han intentado, y se han esforzado,
y han estudiado la materia, y las encuestas a su favor. Sin embargo, lo de
siempre: no han dado en la clave y han suspendido en la práctica. Suspenso,
pues han preparado un congreso no para elegir y apoyar al hombre que será su
candidato, su líder, su guía en este viaje por el desierto que no dura cuarenta
días, sino treinta y tantos años; han preparado un congreso para aliviar las
conciencias de sus dirigentes y justificar los discursos que meses atrás, al
desaparecido José Antonio Griñán, le reprocharon. Un congreso en fin de semana
de Carnaval, porque las gracias no vienen solas, ni las ironías, y algún punto
debían rascar en este examen de humor que sus jefes les han puesto. Jefes que
deciden las directrices de su ideario en un despacho a kilómetros del
territorio en donde ejercen sus políticas. Territorio en donde, qué duda cabe,
tienen su electorado… Desde la distancia, y con perspectiva, todo se observa
mejor.
Juan Manuel Moreno Bonilla, Juanma I |
En este congreso de
Carnaval se han colocado las máscaras, aunque no estemos para fiestas. Se han
colocado las máscaras de la “renovación”, de la “nueva era”, del “resurgir”,
del “cambio”. Máscaras que ocultan la realidad. Máscaras que maquillan un
compromiso vacío y sin alternativas. No olvidemos que la oposición, en
Andalucía, hasta ahora y con buena o mala fe –cada cual que concluya como
estime oportuno-, se ha hecho desde la prensa y desde un juzgado de instrucción
cuya causa no parece tener un punto y final. Sin oposición no hay democracia,
sin un mensaje alternativo y unas propuestas definidas no podemos iniciar el
debate. No obstante, el Partido Popular viaja en esa deriva a ningún puerto,
sin programa, a la espera de un maná que otros fabrican con sus manos. No
tratan de ganar, tratan de ver cómo caen los adversarios. Pura mediocridad del buen
hacer de la política.
Andalucía necesita
partidos políticos con un ideario coherente a sus premisas. Si todos los grupos políticos con representación en el parlamento, demostrando
en las intervenciones de los actos que ellos organizan, están de acuerdo en la
elección abierta de sus líderes por parte de militantes e incluso simpatizantes,
no pueden prostituir la autonomía cediendo la arbitrariedad de dicha elección a
una cúpula muy concreta del partido. La autonomía no es un mero valor nominal
sin más utilidad que la retórica populista.
El Partido Popular ha tenido en sus manos el poder
de la renovación que predican. Aun así, de nuevo, se han sumergido en las aguas
podridas de un falso escenario. Asumir una opción sin mayor discusión no es la
democracia que se espera en alguien que posee entre sus promesas nuevas
tesituras para ofrecernos. Con un disfraz que se les queda pequeño y un congreso
que es un teatro sin espectadores, no estaría de más comenzar a ensayar un
nuevo repertorio, parafraseando la letra de un grupo que bien puede ser el eslogan
de su próxima campaña: "Para volver a perder, como has perdido mil veces…". Ay,
esto sí que es una chirigota…
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