miércoles, 8 de enero de 2014

SINDICATOS DE LA MAGIA

GONZALO GRAGERA


Despedimos el año y otro que ha llegado, y la vida parece seguir igual. Retornamos de los excesos y de las fiestas para toparnos con la enésima frustración que asola las instituciones de Andalucía, ésas que maquillaron España para que no la conociese ni la madre que la parió. No pude contemplar los inicios de la democracia, ni la clandestinidad de los primeros albores de la transición, tampoco la Brigada Social me detuvo; no he luchado por las libertades cuando éstas no eran más que una idealización de cuatro que en un coche se administraban, sólo he aprehendido la calma de la tempestad. De todo ello y de aquellos años por los libros que he leído conozco. ¿Quizá un mito? ¿Quizá una leyenda? Quién sabe. Lo cierto es que algo se gestó en estos años, un germen que hoy florece en los letreros de los organismos públicos. Benditos mitos. Benditas leyendas. El idealismo pragmático que traduce la utopía y la convierte en historia.

El pasado mes de diciembre de 2013, en concreto el día veinte, se cumplieron cuarenta años del juicio oral en el Proceso 1001. Juicio que condenó a los sindicalistas Soto, Saborido y Acosta a 20, 12 y 17 años respectivamente. No haremos leña del árbol caído, algo tan español y de tan mal gusto que prefiero apartar de mi lado. En el sindicalismo de la clandestinidad, al margen de las recreaciones románticas que de ello podamos sugerir, radicaban los principios de nobleza y de valor, de coraje y de disciplina, de trabajo y de persistencia. A pesar de todo. A  pesar de la pena que te priva de la libertad. A pesar del navegar en un constante precipicio.

Francisco Fernández, ex secretario general de UGT Andalucía (Fuente: ABC).


La enésima frustración que asola Andalucía en estos primeros días del año se halla en los intestinos de un sindicato. Facturas falsas para jugar con la ilusión de los niños. Y de los mayores. Parece que los principios de nobleza y de valor, más que regenerar, hayan degenerado. ¿Para esto la condena y la clandestinidad? ¿Para esto la honradez de tantos sindicalistas que su libertad dieron por la libertad de los demás? ¿Para esto el ensalzar unas siglas que son carne de los buitres que aprovechan la decadencia del sindicalismo en razón de sus intereses? No podemos consentir esta degradación de los sindicatos. El silencio en Andalucía, disculpen, como leí en su momento, no es una opción. Y no vamos a callarnos.

Conocí en su día una mujer que pertenecía a uno de los sindicatos mayoritarios. Mujer honrada y honesta en los quehaceres de lo cotidiano. Tenía su residencia en un barrio de la periferia de mi ciudad. Barrio de origen humilde que uno visitaba con cierta frecuencia por circunstancias de su vida. Desde el centro el autobús por la ronda hasta su casa. En más de una ocasión, con la amabilidad que siempre le caracterizaba, contaba sus peripecias y con orgullo mostraba los logros que el sindicalismo donó a la historia. Mucho trabajo decía que costaron. Mucho sudor para que todo se esfumara en un soplo de corrupción y de picaresca. Desde la ventana de su hogar en el recuerdo hoy escribo estas líneas. En el recuerdo de Soto, Saborido y Acosta. En el recuerdo y en la memoria de tantos que tanto sufrieron por sus semejantes. ¿Saben cuál era el nombre de aquella mujer? Consuelo. Qué cosas tiene la vida… 

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