JAIME FERNÁNDEZ-MIJARES
Aquella mañana entró
como siempre entraba en cualquier sitio: haciendo que todos a su paso volvieran sus miradas hacia su melena rubia y sus ojos claros. Entró en el
despacho del –por entonces- director de RTVE con mirada seria.
-Los de derechas me
caen mal, pero tienes cara de simpático. –le espetó-.
Carmen Díez de Rivera
Icaza fue la artífice del acercamiento de Carrillo a Adolfo Suárez; la artífice
de aquella famosa foto en la que aparecían sentados, alternando, mano a mano,
Carrillo, González, Arzalluz, Roca, Calvo-Sotelo y el propio Suárez. Era una
mujer de fuerte temperamento con una historia digna de película, digna de
tragedia griega. Aquella musa de la
transición –etiqueta que no le hizo jamás gracia alguna- forma parte de esa
galería de olvidados que hicieron posible aquella Transición. España se
convirtió en gran madrastra de aquella mujer que fue la auténtica artífice de
la transición a la Democracia.
No fue menos el
cardenal Vicente Enrique y Tarancón, azote de Franco, quien mantuvo constantes
reuniones con aquellos dos sevillanos de Capitán Viguera –Felipe y Alfonso- y
con el propio Carrillo. Siempre se le recuerda por aquél famoso discurso
pronunciado en San Jerónimo el Real, con motivo de la coronación del príncipe
Juan Carlos como Rey de España. Una intervención recordada como La Homilía del
siglo, en la que, entre otras cosas, dejó una frase para la historia, Sólo os deseo que seáis el Rey de todos los
Españoles. No se puede obviar la gran capacidad de este país para ser un
gran padrastro de todos los que hicieron algo honroso por él. Pregunten a las
puertas de un instituto quién era Díez de Rivera, o Tarancón, o el cura Llanos.
De todas las banderas
por enarbolar, Suárez ondeó dos: aquella de la Libertad, y la de la Concordia.
Más de una madre, abuela, una hija, una novia, una esposa votó a Suárez por lo guapo que era, ellos lo votaron
por la seguridad y determinación que siempre mostró. Trajo a la tribuna del
Congreso aquella frase de Machado que aún hoy nos emociona. No es hoy ese día
en el que haya discursos que nos lleguen al corazón. Olvidaron estos cónsules
de hoy la oratoria y se vendieron a la prosa enlatada. La historia es una losa,
claro queda, una losa dorada a la que hay que sacarle brillo, pues es el espejo
en el que debe mirarse una nación para llegar a ser mejores que lo que una vez
fuimos. Esa losa pesa hoy sobre esos
mismos que acabaron con él... aquellos que respiraron aliviados cuando perdió la
memoria, porque nunca volvería acordarse de los improperios que alguno, hoy
arrepentido, le dirigió. No estoy aquí para hablar de gente mediocre,
evidentemente, pues hoy esos mediocres andan llorando como aquellos piangenti
que iban tras el Cardenal Savonarola, dejemos pues que lloren a la sombra de un
gigante.
Adolfo Suárez en su escaño de la Cámara Baja |
La humildad, la
concordia, el consenso, son palabras que hoy suenan constantemente en boca de
quienes nos gobiernan –aquí y allí- .Suenan, únicamente. en aquellos finales de
los 70, Suárez, Díez de Rivera, González, Carrillo, Tarancón y compañía, se
encargaron de hacerlas realidad. Si con la muerte de Carrillo fuimos
conscientes de que el siglo XX había fallecido, hoy debemos asistir al entierro
de la Transición. Debemos mirar al frente, como cuando se dirigía al congreso,
decidido, con aquella frase del Poeta de Dueñas, hombres de España, ni el pasado ha muerto, no está el mañana -ni el
ayer- escrito. Pocos saben que aquél vecino de Cebreros, que estudió
Derecho en Salamanca, trabajó descargando maletas en Atocha. Aquel joven,
jugador que fue del equipo de sus amores, el Dinamita de Cebreros, firmaba en
el colegio a sus compañeros con una dedicatoria que a pocos dejaba
indiferentes, Del futuro presidente del
Gobierno. Quienes le odiaban y quienes le amaban destacaban la misma virtud
y defecto: la ambición. La ambición no evitó la tragedia Griega que vivió su
familia. De alguna forma, toda tragedia tiene el mismo inicio: el amor.
Proclamaba Denis Diderot, El amor priva
de espíritu a quienes lo tienen, y se lo da a los que carecen de él. En
este día que enterramos, enterramos también a la incineración de aquellos años.
Gastamos ya los años buenos pasados con el deber y propósito de hacer mejor lo
que ha de venir. El amor privó de espíritu a Suárez y –a cambio- da espíritu,
con su ejemplo, a algunos de los que nos representan y carecen de él. Solo cabe
una mirada por el retrovisor y seguir andando hacia un porvenir lleno de
espíritu gracias a su amor por este país y su valentía para defender la
democracia frente aquellos desalmados con sable que decían ser hombres de honor
y ni siquiera sabían escribir esa palabra.
El abrazo, obra de Juan Genovés |
A quienes nacimos a
fines de los 80, nos llegó la figura del mito de Suárez. Cuando a Javier Cercas
le dio por inventar un género literario, creó la ingeneria literaria con
Anatomía de un instante. Una maravilla en la que diseccionaba un solo instante
en mil historias de todos los protagonistas en la Carrera de San Jerónimo,
aquel día de febrero. A mi humilde entender, es una obra que debería ser
lectura obligatoria en todo instituto y colegio, pues es la Historia el calcio
de los huesos de nuestro intelecto. Decía Suárez que la primera obligación de
un político era no convertirse en un autómata, pues he ahí el declive de hoy: ha quedado a un lado aquella forma personal de hacer política siendo uno mismo
y han dado paso los políticos a la frase enlatada y a una personalidad
autómata.
Lo clásico es aquello
que mejor no puede hacerse, y es clásico el mayor acto revolucionario que
existe: ser uno mismo. Suárez, González, Carrillo, Díez de Rivera, etc. Eran
ellos mismos, eran libres, era la edad de la inocencia, el mejor de los
tiempos. Fue el pasado sábado cuando Diego Bermúdez, Gonzalo Gragera, Carlos Afán y un
servidor –además de estar en espíritu el resto del equipo de este Foro-
brindamos en la despedida de aquella edad de la personalidad, con el propósito
de dar paso a una era aún mejor que vendrá -por ella trabajamos-; fue
anoche cuando alzamos nuestras copas y dijimos al unísono, ¡Por Suárez! ,anoche fue cuando evocamos aquel Abrazo de Juan
Genovés y dijimos, como en 1977, Esta noche, la Libertad. Maldito seas
Diderot, que te llevas a Suárez, con buena intención, para llenar de espíritu
aquella tierra donde habite el paraíso. Alcen sus copas, en esta noche, sin
miedo. Por la Libertad.
Porque un hombre sólo tiene una vida, a cambio, la historia puede recordar por siempre.
A Don Adolfo Suárez
González (1932-2014).
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