MARIANO PÉREZ DE AYALA
Han de pasar años, tal vez lustros, antes
de que este Régimen, atacado de tuberculosis ética, sea sustituido por otro” (Benito
Pérez Galdós)
Entre los retales de una vida profesional que llegaba a su ocaso y desde su pequeño despacho del centro de Sevilla, ojeaba el periódico de la mañana como cada día, con desazón y pesadumbre, en una rutina programada e inexcusable.
Aquel día, la enésima tropelía gubernamental
copaba los titulares, e ilustrándola una foto con las caras sonrientes de
aquellos que se jactan de servir, y lo único que sirven, con sus semblantes
farisaicos, es una clara invitación al
bochorno y a la indignación.
De repente, su mente, en un giro
lógico e imprevisible, le impulsó a recorrer ese camino tortuoso y en ocasiones
cruel que es la memoria.
Sus recuerdos alcanzaban a aquel
pequeño pueblo andaluz donde vino al mundo, sin un pan bajo el brazo, en la
costumbre de la escasez y la felicidad de la ignorancia de los devenires del
absolutismo franquista.
Unos pocos olivos familiares le permitieron
ir a la Universidad y comenzar su aprendizaje jurídico en la capital andaluza.
A la par que su formación académica, operó en él, sin remedio y dilación, una
transformación profunda en su personalidad y una incipiente conciencia de
cambio. Todo ello fue fruto de las
vicisitudes de la vida universitaria en los años setenta, marcadas por detenciones y asambleas clandestinas, bajo un
ambiente crispado y rebelde y de dejarse seducir por las voces indómitas de
Rojas-Marcos, Benitez-Rufo, Isidoro Moreno...
En uno de esos días que jamás se
olvidan aquel ministro franquista cariacontecido anunciaba la muerte del
longevo dictador. Desde una aparente tranquilidad, marcada por el temor y la
prudencia, pero cargada de un alboroto interno desmedido
provocado por todas las experiencias vividas esos convulsos años y de aquellas
ansias de libertad formadas en lo más profundo de su ser, veía como eclosionaba ahora un mundo, otrora impensable, de
posibilidades y sueños.
Los años que sucedieron fueron
los más intensos de su vida. No estaba dispuesto a que nadie le quitará las
esperanzas de ver a su tierra, por fin, salir de la inopia, el caciquismo y la
pobreza más arraigada. Rememora cómo se echó a la calle aquel 4 de Diciembre
con una bandera blanquiverde confeccionada con sabanas, gritando con fuerza
contra aquellos que se plantaban en el autoritario ayer, y reclamando el
derecho a la autonomía sin ínfulas independentistas, solamente sustentado por
el pilar de la creencia de que aquello podía significar la prosperidad y el
cambio para su tierra.
Cuatro de diciembre de 1977 |
Finalmente, tras largo camino, el
28 de Febrero pudo votar, lo que en definitiva era traspasar con ilusión
aquella conquista de libertad a quienes tenían la capacidad de llevar a cabo
esa ardua y pero gratificante labor de sacar a Andalucía de la penuria.
Su mente revive todo aquello con la
frustración lógica de lo que irremediablemente siguió a aquellos años… Los 31 años de letargo.
El desmantelamiento más absoluto
y cruelmente planificado de todo lo que pudo ser aquel espíritu de progreso nacido
en la transición, orquestado por el aparato ignominioso de la rosa en el puño, que
con sus largos y viscosos tentáculos, se ha ocupado de controlar todo lo que
huela a desarrollo innovación o cambio, con el único interés de perpetuarse en
el poder para establecer un sistema clientelar que se dedique a vivir a costa
del pueblo.
O con ellos o contra ellos. O
dentro de su aparato o aniquilado por éste. No hubo, ni habrá término medio.
Muchos tomaron la dolorosa pero sabia decisión de emigrar, otros tantos,
intelectuales, políticos, comunicadores, artistas, que incluso en otras épocas mamaban
de ese espíritu esperanzador de transformación, se han subido eventualmente en
el carro de la subvención y el pelotismo de alcoba.
Y al otro lado, él ha asistido desengañado
al despropósito de una derecha a la que Andalucía siempre le ha parecido un coto
problemático y prescindible, y que ha preferido vivir eternamente en la desidia
y la ineptitud.
Todo ha desembocado en una Comunidad
que vive enganchada a la suculenta droga del subsidio y la dependencia, aletargada
por aquellos aromas de esa gran falacia que llaman el saber vivir.
Pero lo que más le marchita el
alma es el rotundo éxito de ese plan tan maquiavélicamente organizado. Ahí
siguen, perpetuados en el poder por una legitimación electoral basada en sus
propias mentiras –Andalucía imparable-,
y en una distorsión de la realidad perfectamente urdida desde los medios de
comunicación que ellos mismos alimentan.
Y ahora, en un nuevo alarde de cinismo,
perpetuando esa manipulación popular, disfrazada está vez de falso aroma de
cambio, son encabezados por una “dama de paja” inoperante cuyo mayor mérito es
el “trepismo” propio de esa estructura podrida, piramidal y burocratizada
llamada partidos políticos.
Finalmente cuando su mente termina
con tan largo transitar y se posa suavemente en el presente, se pregunta con
cierta angustia qué fue de todo aquello. Qué fue de ese espíritu del 4 de
Diciembre.
Mientras mira nostálgico el
devenir de la calle alcanza la única e implacable reflexión posible: ellos lo mataron...
Presidentes de la Junta de Andalucía |
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