JAIME FERNÁNDEZ-MIJARES
Era 1859. Era el mejor
de los tiempos, el peor de los tiempos. La edad de la Sabiduría y de la Locura;
de las Creencias y la Incredulidad. La Primavera de la Esperanza y el invierno
de la Desesperación. Hace 155 años, Charles Dickens cobraba por cada palabra
que escribía. De ahí que fuera tan sumamente meticuloso a la hora de escribir.
Esas dos líneas y media corresponden a las primeras líneas de Historia de dos
ciudades. Preámbulo que bien podría ser escrito como profecía para los tiempos
que hoy vivimos. No nos queda más, a los andaluces, que preguntarnos qué hemos
hecho para vivir en el mejor de los tiempos y en el peor, igual que hace 34 años.
Decía –en un tuit
dirigido a Gonzalo Gragera- , hace
pocos días, Antonio Burgos que cree
en la Autonomía, en aquella con la que soñábamos.
Aquellos días de Diciembre de 1977 en los que muchos se echaron
valientemente a las calles para exigir lo que otros también reclamaban, eran
los mejores y los peores de los tiempos. Era el mejor de los tiempos, para ser
valiente, y el peor de los tiempos para ser cobarde. Vivimos abrumados por la
desesperación que, evidentemente, nos ciega para disfrutar del color y la luz
de la esperanza. La esperanza de aquél verde de banderas que, en esos fríos
días de Diciembre, se hacían con sábanas y trapos para exigir otra cosa que es
igual de pura que el blanco: La Libertad.
Vicente Aleixandre |
Muchos hemos sido
alumnos, y pocos tuvimos el privilegio de tener como mentor a uno de esos
padres de aquél texto firmado en Carmona. Ángel
López fue quien terminó de sentar las bases de mi vocación Jurista. Ese
profesor, junto a Carrillo Salcedo, no
ha sido más que un guía por los caminos de la Libertad, alumbrados por su
ciencia y sus brillantes mentes. Aún así, hemos tenido la manía de ser
excelentes padrastros y madrastras de quienes nos alumbraron los caminos de la
Libertad. Nos hemos quedado con el Machado
del huerto y el limonero –Barbeito dixit-, obviando al don Antonio que nos
recomendaba, Aprende a dudar y acabarás
dudando de tu propia duda; de este modo premia Dios al escéptico y al
creyente. No hemos medido bien la
estatura de ese genio que siempre observa sentado en Las Dueñas de otro Mundo.
Pocos recordamos a
aquél Chaves, al único Chaves. Don Manuel
Chaves Nogales. Aquél que hizo erudito a Belmonte. Aquél, que escribía en
aquellos artículos, lo que hoy puede ser una suerte de relación entre los
políticos y sus electores, pues La
petulancia juvenil del hombre mimado por su propio éxito y el enconado anhelo
de triunfo del resto, ceden paso a una entrañable solidaridad de seres humanos
unidos por el riesgo, el esfuerzo y la excelencia comunes. Bien vista la
realidad que nos concierne, vivimos en un abismo entre nosotros y la política.
No es esta la tierra –ni España en general- en la que los políticos se acercan
a la ciudadanía o se esfuerzan por un mínimo acercamiento, si bien, esa
petulancia del éxito que les proporcionamos y nuestras ganas de triunfar, deben
y tienen que ceder paso a aquella solidaridad en la que nos unen tres virtudes
como las mencionadas. Al fin y al cabo, debe comprender la política, que son lo
mismo que nosotros. Deben ser excelentes, porque nosotros queremos ser
excelentes: si a nosotros nos exigen el Ganar
nuestra vida, su labor política como hombres y mujeres plenos y de honor ,
es el premio a su excelente experiencia y afán de esfuerzo y superación.
Manuel Chaves... Nogales, claro |
Debemos, hoy más que
nunca y siempre, tomar la iniciativa de la que somos dueños, como poseedores de
nuestro propio destino, y ser los mayores
fiscales de nuestras obras, exigiendo
obras; pues las palabras, cera; las
obras, acero como escribía don Luis de Góngora. No son estos días en
los que se firma la sentencia de muerte de la política. Lo que vivimos es solo
la herida, porque No hace al muerto la
herida, hace tan solo un cuerpo inerte, como recuerda Cernuda Bidón, desde allá,
allá lejos donde habita el olvido. No es más que la hora exacta, el lugar
oportuno y el momento exacto de coger ese
papel pautado y escribir por detrás, tal y como le diría Juan Ramón a Zenobia.
Si Federico bordó en la bandera
de la Libertad el amor más grande de su vida, quedó claro que, aquellos
valientes de 1977 y 1981 y nosotros, tenemos el mismo amor de nuestras vidas: La Libertad. Aleixandre, con su sonrisa de dandy inglés de los 50, vino a
decirnos que la poesía es una sucesión de
preguntas que plantea constantemente el poeta .Es entonces la hora de tener
claro y recordar que la política debe ser una sucesión de soluciones que
plantea constantemente el elegido para representar nuestros intereses, sin
olvidar que somos dueños de nuestras vidas y somos libres de elegir nuestro modo
de vivir. Esa esencia es lo que han olvidado. Venía a recordarme, la Zenobia
Camprubí de mis días, aquellos versos que encadenaba en forma de sevillana el
elegante Rafael del Estad .Cambiando
palabras de la última estrofa de una de sus obras insignes, tenemos claro que Somos antorcha del pueblo andaluz, Andalucía
es el mundo para los Andaluces. A quienes he venido a citar, son los que
deben regir nuestro caminar por el viaje que pone fin a nuestra desazón. Solo
nuestro saber y nuestra inteligencia nos hacen más libres; aquí tienen, pues,
estas insignes antorchas.
Juan Ramón Jiménez |
Sientan el frío de Chaves en
Londres. Exijan, como hacía don Luis. Cojan una y otra vez el Platero de Juan
Ramón, pues la segunda vez abrazarán ese libro con un cariño inexplicable.
Sientan las ganas de Cernuda y el descontento de Aleixandre, ese eterno amor al
amor que tenía Federico. Miren a esta tierra a los ojos, con ese serio tiroteo
de sentimientos y díganle, cuando nos vimos por primera vez, no hicimos sino recordarnos. Aunque te parezca absurdo,
yo he llorado cuando tuve conciencia de mi amor
hacia ti, por no haberte querido toda la vida. Pues somos esos caminantes que acompañan en el caminar
hacia Colliure a don Antonio. Hagan volver a aquellos genios, téngalos siempre
presentes. Que los políticos se tiren sus colores a la cabeza, nosotros, en las
nuestras tendremos a estos andaluces que encontraron en su ciencia al amor de
su vida. Hemos tenido a notables como García
Añoveros, Clavero, López, Rodríguez de la Borbolla, Diego de los Santos etc. Hoy, en el Hospital
de las Cinco Llagas no vuelven la vista al pasado que alumbró lo que fue una
alta política. Tengamos claro hoy que está
el ayer alerto al mañana, mañana al infinito. Ni el pasado ha muerto, no está
el mañana -ni el ayer- escrito.
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