El tópico como método
para describir a un pueblo que nos resulta extraño, lejano y poco conocido
siempre ha sucedido. Y sucede. Y sucederá. España, construida y cimentada
durante siglos de historia, se descompone en una amalgama de culturas cuyos
ritos y costumbres se corresponden con un territorio concreto: gallego, vasco,
catalán, manchego, aragonés, asturiano, valenciano, extremeño-andaluz… Sólo
lean los gentilicios que he escrito y no les será complicado asociar
determinados aspectos y criterios culturales propios (gastronomía, fiestas
típicas, indumentarias regionales, fisonomía del paisaje, naturaleza, etc.) al
territorio que escoja. De este modo, quizá podemos afirmar que España está
formada por un conjunto de regiones con identidades culturales genuinas de
dicha región. Sin pretensión de elaborar un discurso nacionalista andaluz –ni
Dios lo permita, como diría Lola Flores- , más bien racionalista andaluz,
término acuñado por el profesor Fernando Álvarez-Ossorio. Intentaremos
desmenuzar los tópicos culturales andaluces y licuar sus peculiaridades para
una digestión más liviana. Hacer del tópico algo más: el mito. Tópicos
entendidos, claro está, como las categorías sociales y culturales que definen
nuestra región; bajo ningún concepto nos detenemos en analizar los clichés
–asunto bien distinto al que tratamos- que nos imponen. Ni los complejos ni el
tiempo están para eso.
Entre los tópicos que
aquí traemos, propios de la cultura andaluza, mencionamos en primer lugar ,como
no puede ser de otra forma, el flamenco. El flamenco heredado, según los
eruditos y los cultivados, de la cultura arábiga… Por sus notas, sus
instrumentos, sus compases, sus ritmos, su literatura. No es necesario ser
flamencólogo para intuir la riqueza de las letras, la literatura de sus ritmos
y el encanto de su melodía. Su historia y su sabor. ¡Cuántos empresarios en
Madrid haciendo negocio de una estética y de un arte que descontextualizan sin
piedad! Que esa otra, y aquí alzamos el tono: maldita indolencia padecemos y
maldita ignorancia de nuestras raíces. Quizá así nos luzca el pelo –a unos más
que a otros- como cantaban en un subgénero de nuestra cultura que tiene una
buena sucursal en Cádiz: el carnaval. Algún día habrá que hablar y habrá que
escribir de sus particularidades.
El flamenco, como hemos
escrito, es consecuencia directa de sus letras, es decir, de la literatura. O
viceversa. Huevo y gallina, nunca se sabe. La literatura andaluza también posee
mucho tópico y mucha floritura, nacida quizá de los famosos y citados versos de
García Lorca; cuya obra es arquetipo del mito y del tópico en Andalucía. Podemos
citar muchos más, por ejemplo: Rafael de León, Serafín y Joaquín Álvarez
Quintero, Manuel Benítez Carrasco, los Machado, Xandro Valerio, Jose María
Pemán, Fernando Quiñones… Incluso cantautores, a modo de canción protesta o de
poesía popular en el género de la canción, como es el caso de Carlos Cano.
Al flamenco y a la
literatura de Andalucía quizá deba acompañarle en este recorrido otro ingrediente
del folclore y de la cultura andaluza: el paisaje. O mejor dicho, la variedad y
las opciones de su paisaje. Andalucía es la única región de España, y me
atrevería a decir de Europa al menos, que tiene en 87.268 km² un clima capaz de albergar el cálido sol
de la costa de Huelva y la fría nieve de las pistas de esquí de Sierra Nevada
en Granada. Infortunios del capital, qué remedio, que éste no se encuentra en
manos de empresas de la casa. Así me temo que será. No obstante, el turismo, he
aquí otro tópico, fluye y nutre las rentas de numerosas familias. Recursos nos
sobran. Aun así no nos bastan, tampoco lo olvidemos. ¿Qué debemos hacer?
Armonía del paisaje, belleza de la literatura,
identidad en el flamenco. Tres características de nuestra cultura que merecen
ser consideradas. Consideradas hasta tal punto de ir más allá y revestir de
nuevo al santo. ¿Tópicos? ¿Por qué no algo más? ¿Por qué no lo llamamos de otra
forma? ¿Por qué no mitos? Mitos que nos sirvan como instrumento de nuestra raíz
y como excusa para nuestro orgullo; mitos como referencia –en este punto del
artículo será necesario leer a nuestro colaborador Sergio Harillo- de un territorio, o
mejor dicho, de una tierra. Una tierra mitificada, una tierra poética, una
tierra virgen aún sin descubrir. Necesitamos, pues, exploradores. Seguimos
regenerando…
Bibliografía:
-Burgos, Antonio. (1972). Entre la cultura y
el folclore. Andalucía, ¿Tercer Mundo?
(pp.129-171). Barcelona.
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