JAIME FERNÁNDEZ-MIJARES
Uno
de los momentos más emocionantes de la vida de este humilde servidor fue estar
presente en el Teatro Campoamor el pasado 25 de octubre y ver a Antonio Muñoz
Molina recoger su premio Príncipe de Asturias de las Letras. Si echamos la
vista a la portada de uno de sus últimos libros –y por ende mi favorito de
dicho escritor- ,La noche de los tiempos, encontramos un personaje sin rostro,
un hombre despersonalizado, una cabeza que bien puede ser la de cualquiera de
nosotros.
El
personaje reposa sobre el faro derecho de un coche de época oscuro con un
cigarro encendido. Una fachada oscura y triste que espera algo o a alguien, con
un avión que puede representar muchas cosas. Les ahorraré contarles el
argumento del libro, pues para eso están ustedes, para descubrir una magnífica
obra como esta que menciono. Este triste personaje con sus mejores fúnebres
galas espera, taciturno y serio , si bien –como dije antes- no tiene ojos, ni
boca, solo orejas.
Y
aquí nos encontramos, en ese coche de época, apoyados, pensando –quién sabe-
qué pasará mañana o uno de estos días; ¿pensando si despertaremos? Hagan sus
apuestas a qué pensamos los andaluces. Lo que es triste y fúnebre es que cada
28 de Febrero haya una manifestación pidiendo exactamente lo mismo que hace
treinta años: empleo. Como si aquí no se hubiera pedido eso precisamente hace
treinta años.
El
andaluz, tiene la cara y la facha de ese personaje arriba descrito, el andaluz
es ese personaje que espera no se sabe ya que. Un hombre y una mujer cansado,
hastiado de escuchar siempre lo mismo: ``Hemos hecho de Andalucía una tierra
maravillosa y super-industrializada que es guía de Europa´´, me llegó a afirmar
de forma brillantemente vehemente un gerifalte de esto que llaman últimamente
``gobierno andaluz de la mayoría social´´.
El
andaluz currito de a pie mira al frente, se levanta cada día a las seis de la mañana y parte
su espinazo por poner un plato en la mesa de su casa y vive indignado al
escuchar noticias en prensa, radio y televisión sobre lo que corrompe a los
hombres que se convirtieron un día en lobos de poder y dejaron de ser hombres de luz que a los hombres almas de
hombres les dieron.
Escuchamos
siempre lo mismo, ``somos honrados´´, ``creamos empleo y somos brillantes´´,
``esta tierra es lo que es, gracias a nosotros´´, ``tenga fe en nosotros´´. Como
hombres y mujeres justos, cualquiera con mínima idea, sabe que los políticos no
crean empleo, cualquiera sabe que esta tierra es lo que es gracias a NOSOTROS,
cualquiera con una mínima idea sobre el ser humano, llega a la brillante
conclusión de que el hombre solo debe y tiene que tener fe en sí mismo, en su
capacidad para realizarse y confianza en la buena fe de las personas a la hora
de proceder.
El
caballero sin semblante y de triste figura nos observa sin mirar, convencido de
lo que ya es y convencido de lo que no somos. El caballero de la fúnebre gala
está convencido de que la solución a esta crisis somos nosotros mismos. Si
bien, ese señor se siente plenamente convencido de que hay dos tipos de
hombres: el hombre que el político andaluz crea. Y el hombre que realmente
existe. Una suerte de Platonismo actual que nadie alcanza entender y que
debería indignar a cualquiera.
El
hombre que el político señorito de San Telmo ha creado es un hombre que es
feliz porque tiene trabajo, no le falta el dinero y está convencido de que en
Andalucía eso del paro no existe, porque el caballero del buen carruaje de San
Telmo le convenció de que Andalucía es lo mejor, la Finlandia de España, donde
no hace falta que alguien sepa que aquí se paga el Impuesto de Sucesiones y Donaciones
más alto de España, amén de ser una de las comunidades que más caros impuestos
paga, pero al personaje Andaluz que crearon los señoritos de los brillantes
carruajes de San Telmo le dicen que la culpa de eso la tiene Madrid.
El
hombre real andaluz, tiene clara la idea de partirse cada mañana los dientes en
la calle en su trabajo, tiene clara la idea de brillar y ser el mejor, luchando
por trabajar en lo que ama, pues bienaventurados aquellos que trabajen y mas
dichosos aquellos que tiene la fortuna de dar la vida en la profesión que aman
y para la que se han preparado durante su vida. Ese andaluz, el único que existe,
quiere ser excelente, como cualquier persona y tiene claro donde vive y cada
cuatro años escucha aquello de ``hemos hecho de esta tierra lo mejor´´, a lo
que el andaluz ,cansado de trabajar e indignado por ver la avaricia de quienes
cobran por aplaudir y gritar unos pocos días al mes, responde para sí ``lo
mejor, si llevamos treinta años igual y estos siguen diciendo que es lo mejor
que tenemos!´´.
Llega
un día en que el hombre hecho a sí mismo, se encuentra con la dura realidad. Un
baranda de partido le viene a decir que si, que muy bien, que usted ha
brillado, ha luchado por sacar a su familia adelante, tiene un negocio – o no-
o es profesional liberal que tiene su dinero por partirse la cara en su
trabajo, pero -ese dinero lo tiene usted porque ganó mucho sin necesidad,
considero que usted es clase alta, así que yo le cobro mas impuestos porque en
esta tierra hay mucha necesidad.
–¿Pero esta tierra no era lo mejor gracias a
ustedes?
–No, hombre no, esta tierra es lo mejor solo de viernes a sábado, que
es cuando puede usted venir a nuestros mítines, de lunes a viernes aprenda
usted la lección: la culpa de todo es de Madrid y en Andalucía hay mucha necesidad
porque aquí durante treinta años gobernó... bueno, que no me líe, hombre. Hágame usted caso, que Andalucía es lo mejor porque a nuestros niños les damos
su pan con aceite y azúcar cuando se acerca el 28 de Febrero.
Así
es el Homo Santelmus, el hombre que crea un individuo a su medida y que no
existe y vuelve la cara a la realidad: un cuento bien descrito de
Dickens. Y el hombre real llega un día en que se cruza con el personaje sin
semblante de la portada del libro que antes mencionaba y tienen un diálogo
interior. Ese hombre sin rostro mira cara a cara al hombre real y se ríen del
personaje que otros crearon y que no existe. Llegan a la conclusión de que
viven, y lloran, porque no son el personaje que otros crean y que es el hombre
que no necesita nada más, porque los políticos andaluces ``se lo dieron todo´´ y no dieron nada.
Ese
individuo despersonalizado y el andaluz normal se funden en un abrazo y matan
así a ese personaje que ni vive -porque otros viven a costa de él- ni muere -porque
es quimera de los señoritos que PERviven- (Gragera dixit-) y aseguran así su
poltrona.
La
clave, al fin y al cabo, es que la solución no está en las urnas, está en
nosotros, el individuo. El logro individual, el triunfo personal compartiendo
esa gloria con los demás hace cada logro más grande y sirve de acicate a los
demás para brillar. Seamos pues lo que escribía el poeta, varones plenos, triunfadores del mundo y de nosotros mismos que al
borde, un día y otro, del abismo, sabemos asomarnos impávidos y serenos.
Lo que esta tierra es, y será, está en nuestras manos. Aquellos señores de
carruaje oficial no son los que imparten clases en la universidad, no son los
brillantes abogados, no son los procuradores que pisan con decisión los
pasillos de los Juzgados, no son ese policía o ese padre de familia que estira
sus 426 euros para que sus hijos no sufran necesidades.
La
clave está en sus mercedes, en sus ganas. Y para mayor fortalecimiento de sus
actos, tengan fe en ustedes mismos, y encomiéndense a su capacidad, empeñando
siempre su vida y su sagrado honor para llegar a tocar el cielo azul que justo
antes de amanecer es el momento más oscuro de la noche. Una noche que dura ya
treinta años. La clave sois vosotros, levántense, despierten, pues la verdad está
en el suelo y el triunfo depende de vosotros, los andaluces reales, no el personaje
que crearon en San Telmo y que no existe.
En definitiva, el andaluz de a pie debe hacer como el título del libro, de Ángela Rodicio, que da título a este artículo "Matar al personaje" -porque no existe-.
En definitiva, el andaluz de a pie debe hacer como el título del libro, de Ángela Rodicio, que da título a este artículo "Matar al personaje" -porque no existe-.
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