JAIME FERNÁNDEZ-MIJARES
Todo empezó un sábado, el
día que surgen las grandes ideas. Pues, si las grandes ideas de este siglo XXI
y el pasado siglo XX salieron de un garaje, éstas tuvieron que surgir en el
sexto día. Julia tiene trece años, encuentra, entre las estanterías de su padre,
un ejemplar de un periódico del día 23 de Noviembre de 1963. En él, figura el
titular con un retrato al lado, ``MURIÓ
ASESINADO´´. Su curiosidad le hace preguntarme quién es ése hombre, -Kennedy –contesto-. –¿Y qué era? Al
preguntar eso, la respuesta es fácil, pero no sencilla. Junto con Abraham
Lincoln y Ben Franklin es la figura histórica que más admiro y sobre la que más
he leído. De alguna manera he crecido siempre con el mito de Jack dándome
sombra. El presidente número 35 dejó frases como Perdona a tus enemigos pero jamás olvides sus nombres –mi favorita-
o la grandeza de un hombre está en
relación directa a la evidencia de su fuerza moral –mejor aún-.
La elocuencia le hizo digno de admiración incluso entre sus propios
enemigos. La elocuencia es la virtud que me alumbra para explicarle a mi
ahijada lo que fue la corta vida y el mandato de poco más de mil días de este
presidente. Jack era partícipe de la mejor de las tradiciones de las que el
hombre puede disfrutar: el Honor. Y si hubiera podido elegir, en lugar de
convertirse en mito y leyenda aquel día en Dealey Plaza en Dallas, a buen
seguro hubiera preferido seguir siendo hombre para alentar esa pequeña llama
que yace dentro de cada individuo: la Esperanza.
Magnus
Carlsen cuenta veintitrés años. Veintitrés años que le sirven
para golpear con puño de acero un tablero de ajedrez con alfiles y reyes que
llevan apellidos tales como Spasky, Fischer, Karpov y Kasparov. Carlsen tiene
un cociente de 186, que da como resultado una palabra: GENIO. Magnus, puede representar aquello que definía a Mohamed Alí,
baila como una mariposa y golpea como una
avispa –sobre el tablero- y es tristemente consciente del peor y el mejor
de los rivales al que tiene que enfrentarse, es consciente de quien es el rival
que mas odia. Si Gary y Anatoly se necesitaban tanto como se odiaban para ser
más grandes –Leontxo García dixit- Magnus Carlsen se odia a sí mismo tanto como
se necesita. Cuentan que los ajedrecistas –muchos- acaban alcoholizados,
corrompidos por su propia gloria, frustrados por un halo que les imponen de
figura que en muchas ocasiones les venía grandes –véase la espantada de Fischer
a Kasparov en la partida organizada por el dictador Ferdinand Marcos en
Filipinas-.
Carlsen, en definitiva, es
digno de justa admiración por esa virtud, por ser consciente de que uno mismo
es el mejor y el peor de los rivales, un animal para sí mismo, para el que todo
debe falta y nada debe bastar; la esencia misma de lo que es y debe ser la vida
de quien rige los destinos de quienes le eligieron.
Julia
me mira con asombro, consciente de mi admiración por Jack, a lo que responde –A
mí me gusta Malala! –exclama, mientras se adivina ese dulce tiroteo en sus ojos
del que hablaba el poeta-:
-¿Sabes
qué dice?
–No
– respondo-
-Un
niño, un profesor, un lápiz y un libro pueden cambiar el mundo.
Me
asombró en ese momento como Julia admiraba a una niña que se rebeló contra lo
que en la mente de unos pocos fanáticos es normal, intentando hacer pedagogía
sobre lo que en la calle y en la vida debe ser normal: que todos somos iguales.
Malala es símbolo de valentía, y
ejemplo de lo que Jack hubiera preferido seguir siendo, Malala es vida. Una
niña de 13 años fue capaz en una tarde de enseñarme de lo que es capaz el valor en situaciones en las que no
hay lugar para el miedo y si mucho espacio para la valentía.
La
elocuencia de Jack, el arrojo de Malala y la determinación de Magnus son las tres
puntas de lanza que cualquier político u hombre de estado debe tener como guías
de su espíritu. Solo así, con esas tres capacidades –amén de otras muchas- el
hombre llega a ser grande por la evidencia de su fuerza moral que ,reflejada en
los demás, llega a hacer que la sociedad camine a la sombra de gigantes,
aprendiendo de estos ejemplos y superándose cada día más. Si esto no es así,
entramos en una dinámica de acomodamiento y conformismo en la que preferimos
que el Estado nos proteja y se inmiscuya en nuestras vidas antes
que elegir ser hombres y mujeres que son Elocuentes, tienen Arrojo y
Determinación y elegir no ser alguna de esas tres cosas, parafraseando a mi
admirado, querido y muy releído Manuel Chaves Nogales, ¡es
de un coraje!
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