DIEGO BERMÚDEZ
Manuel es un joven de familia humilde. Vive con su familia
en un pueblo de la provincia de Sevilla. No fue un alumno brillante, pues
repitió el último curso de secundaria. Sin embargo, movido por su afición a los
coches, optó por hacer un módulo de algo que le apasiona: la mecánica. Al poco
tiempo de concluir el módulo, Manuel empezó a trabajar en un taller.
Aprendiendo de los maestros y de lo que leía en internet, su gran pasión era
seguir ganando experiencia para, en un momento dado, poder montar su propio
taller. Sin embargo, en 2011 el dueño del taller, frente a la caída del número
de clientes, tomó la difícil decisión de desprenderse de los servicios de
Manuel. Desde entonces está desempleado.
Por su parte, Clara vive a las afueras de Granada. Como
Manuel, nunca fue una alumna brillante. No por ello pudo completar sus estudios
y, una vez acabados, decidió incorporarse al mercado laboral. Además, Clara
tiene grandes dotes comunicativas y un claro perfil comercial. Nada más
terminar la ESO, Clara empezó trabajando en una tienda de pinturas. Sus
mencionadas cualidades y el auge del sector en la época del boom le permitieron
tener un salario más que digno. Al igual que Manuel, llegó un día en que la despidieron.
Pero no por un ajuste parcial de la empresa, sino porque ésta directamente se
fue a la quiebra al cabo de dos años iniciada la crisis. Por suerte, Clara pudo
encontrar empleo de forma temporal al poco tiempo en una cadena de comida
rápida. No le pagan tan bien como años atrás y encima trabaja sólo cuando la
llaman. No es su trabajo soñado, pero al menos con estos ingresos puede ayudar
a su familia que tan mal lo está pasando.
Consternados por todo lo que ocurre en España en la
actualidad, Manuel y Clara han desarrollado su faceta reivindicativa. Con su
círculo íntimo y sobre todo desde sus cuentas de Twitter, los dos cargan contra
los dos últimos Gobiernos por las decisiones que están tomando. Decisiones que,
si se mezclan con la corrupción de los partidos, hacen que Clara y Manuel se
distancien cada vez más de la política.
La
última de las decisiones de la cual se horrorizan es la de la congelación del
Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Cargan contra el PP, aunque también lo hacen
contra el PSOE. El teclado de sus smartphones
echa humo. Aunque lo que desconocen es que ese humo no tendría que ser humo
negro. Más bien tendría que ser fumata blanca.
Fumata blanca porque esa decisión, lejos de perjudicarles
por completo, les perjudica menos que si lo subieran. Los dos se encuadran en
una capa social baja, con poca formación y encima desempleada. Han sufrido en
sus carnes la crudeza de la crisis. Y esta crudeza se ha tornado en
reivindicación. Reivindicación que no se sustenta en esta medida en particular.
Ambos creen que en el hipotético caso de que se subiera el
SMI las personas con bajos o nulos ingresos como ellos se verán beneficiadas. Y
que por lo tanto es la política a adoptar ahora. Pudiera parecer que al
aumentar el SMI, las familias con ingresos más bajos se verán beneficiadas,
pues tendrán más dinero para gastar en estos difíciles momentos. Pero no es
así.
Por ejemplo, si se sube el SMI de 400 a 600 €, los trabajos
que generan un valor añadido de 400 € pasan a valer 600 €. Por lo tanto, el
empleador tiene incentivos a:
a) Como han subido sus costes –mediante ley-, se
prescinde de los servicios de los trabajadores menos cualificados quienes hacen
las labores que generan un valor de 400 €. Prescinde de trabajadores porque de
golpe –o mejor dicho, por ley- sus costes se han incrementado y no precisamente
porque la gente demande más los productos que ofrecen. Esto significa que el
desempleo aumentará y ni Manuel ni Clara podrán encontrar empleo.
b) El empleador tendrá incentivos a pagar en B o en
negro al empleado que genera 400 € de valor añadido. Frente a los 600 € que
marca la nueva ley, el valor real que se genera es de 400 €. Y esa diferencia
es algo que se genera artificialmente. Por lo tanto, se fomentaría –aún más- la
economía sumergida y el fraude. En el caso de que Manuel y Clara trabajasen en
negro, ninguno de los dos estaría cotizando, por lo que la pensión que reciban
cuando se jubilen será menor –además de que habrá menos dinero que se destine
para los pensionistas que reciben su pensión hoy en día-.
c) Por otra parte, aquellas labores que pudieran
ser mecanizadas a un coste más bajo se mecanizarían. En algunos Estados de EEUU
también se planteó una subida del SMI. Algunos políticos argumentaron que una
subida del SMI sí que daría trabajo, pero a máquinas como la de la foto.
El sustituto de Clara si se subiera el
Salario Mínimo Interprofesional
|
Los detractores de la postura que se defiende en este
artículo creen falazmente que lo que se persiguen son salarios más bajos. Y no
es cierto. Lo que se persiguen son salarios libres. Porque el valor que genera
un trabajo no se puede medir por ley, es algo dinámico que varía con el tiempo.
Además cada trabajo presenta productividades diferentes y por lo tanto genera
distinto valor.
Eso sí, si se quisiese un salario mínimo más real, ¿por qué entonces se estipula el
mismo SMI para el País Vasco y para Andalucía? Si el desempleo en el País Vasco
es menor –que lo es-, los salarios son más altos –como así son-. Si el
desempleo en Andalucía es mayor –como así es-, los salarios son más bajos –y
así es-. ¿Por qué, entonces, tener el mismo SMI para todo el territorio
nacional?
Si tan necesario y útil es la política del SMI, ¿por qué no
se sube de 645,3 € a 1.000 €? De esta forma los más humildes percibirían un
mayor sueldo, ¿no? Esto no es así. Subiendo el SMI se crea desempleo entre las
capas sociales más bajas y se impide que los ya desempleados –que son muchos-
puedan volver a trabajar. Precisamente es una medida que perjudica a los que la
defienden desde el desconocimiento, como Manuel y Clara.
No hay que confundir la buena voluntad de las decisiones
políticas con los efectos que tienen realmente. Si se eliminase el SMI, Clara y
Manuel podrían volver a trabajar, y poco a poco ganarían más dinero y
experiencia. Así, llegará un punto en el que Manuel podría montar su propio
taller y Clara obtener un trabajo mejor gracias a una mayor experiencia. No hay
que olvidar que las decisiones de política económica generan efectos
secundarios y que por muy buena que pueda ser una política social, la mejor
siempre será la que permita que las empresas libremente puedan crear empleo.
No es política, es economía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario