martes, 17 de diciembre de 2013

DESNUDAR LA VERDAD

JAIME FERNÁNDEZ-MIJARES


No soy mucho de hablar sobre cortinas de humo, pero aquí tienen sus mercedes una historia sobre la mayor y mejor cortina de humo que vivimos estos días.

El día pintaba soleado, pero se levantó con brumas. Allí estaba, en aquel banco de Brooklyn mirando a Manhattan, a ese mastodonte de hormigón y cristal cuyas obras dirigió Le Corbusier. Y allí vino a sentarse aquel hombre, apartando elegantemente mi raída chistera para hacerse sitio; sin pedir permiso, pues no es que necesite permiso este maestro.

–Vituperada está, pero ahí sigue más de medio siglo después, los que la defendemos, aún creemos en la Libertad y en un mundo mejor asentado sobre los Derechos Humanos –me dijo mientras sonreía-.

El profesor es alguien normal. Y decide, este puente de la Inmaculada, amenizar –aún mas- mi estancia en New York. Quiere contarme una historia, una historia de besugos ineptos, los cuales, unos tienen razón y no saben el porqué y otros no tienen razón y saben por qué. Virtud de la ignorancia para los primeros y virtud de la irresponsabilidad para los últimos. Mirando a aquel edificio de la primera avenida entre la 42 y la 48, me vienen aquellos días en que recibía sus lecciones y decidía desnudar el mundo, desgajarlo, y construir un mundo mejor a base de derechos civiles que hicieran entender mejor por qué triunfa el mal cuando los hombres buenos no hacen algo. Así el profesor, sentado a mi lado y mirando a Manhattan comenzó a relatar.

Esa historia comienza con un presidente cuya cortina de humo es destripar la parte de un país, contraviniendo así el artículo 1.2 de una determinada Constitución, pues deja claro tal artículo que de la propia soberanía nacional emanan los poderes del Estado, no de la propia soberanía de su “nación milenaria” -Rahola dixit-, para distraer de asuntos más importantes como la preocupante incapacidad de ese presidente y adláteres para administrar y gobernar uno de los territorios más ricos de ese país. Este presidente se escuda en el Derecho de Autodeterminación de los pueblos. Y puede hacerlo, pero…

Ese derecho de autodeterminación quedó bien delimitado y desarrollado en las resoluciones 1514 (XV), 1541 (XV) y 2625 (XXV) de Naciones Unidas .Queda claro entonces que este territorio no es un territorio colonial, que esa Comunidad Autónoma no es un territorio sujeto a dominación colonial, y por tanto, no tiene derecho a esa autodeterminación ni escudándose en una hipotética transferencia de competencias de un derecho a referéndum que, queda claro, pertenece a aquél Estado del que ese President pretende destripar el territorio que gobierna, pues los artículos 148 y 149 de la Constitución no dejan lugar a equívocos sobre cuáles son las competencias que una Comunidad Autónoma puede ejercer y cuáles son las del Estado, teniendo el Referéndum que ser convocado por el jefe del Estado (Artículo 62 c de la Constitución de 1978), y no es que sea jefe de Estado este presidente de región.

Teniendo este relato con  tintes de intriga palaciega propia de las novelas de un territorio hipotético imaginado y bien descrito por Dickens –por ejemplo- podemos echar agua para diluir el hielo que cualquier político tenga como argumento. Queda claro que un Presidente de Comunidad Autónoma no puede decidir él mismo cuándo quiere que sus ciudadanos voten sobre la soberanía de un Estado o cuándo convocar referéndum cuando no es competente para ello, y todavía más novelesco y a la par ridículo, pretender escudarse en un “derecho a decidir” -derecho a autodeterminación de los pueblos, entiendo y entiende cualquier jurista-.

Lo mejor de esta historia es la inspiración de ese supuesto sentimiento nacionalista. Un nacionalismo remontado al primer cuarto del siglo XVIII, cuando aquel territorio apoyaba como pretendiente, al trono de Yoknapatawpha, al archiduque Carlos de Austria teniendo por contendiente a Felipe D´Anjou, y con un general catalán que mandaba un ejército al grito de “¡estáis luchando por vosotros y por toda la nación de Yoknapatawpha!”. Felipe D´Anjou anula los fueros catalanes, lo cual sirve a los “nacionalistas” catalanes como excusa para encontrar fundamento a su plantemaniento -que pueden curar de una forma que yo encuentro como la más placentera: viajar -.

Así es la historia. Así es como NO se la contarán los políticos, tanto los nacionalistas como aquellos que no ostentan tal distinción. ¿Por qué? Pues muy sencillo: porque los políticos, frente a sus mercedes, solo tiran del argumento que les redactan y de las noticias en prensa que les mandan a leer. Empaparse de Ley, Lex, LAW… ¿para qué? ¿Para qué hacer mas fuertes sus argumentos y acabar con el aire mesiánico de un presidente de Comunidad Autónoma a base de hacer pedagogía con él, explicándole por qué no tiene sentido su deriva?

El problema catalán no es un problema de identidad. El problema catalán no es un problema catalán, el problema catalán es el problema de sus políticos. Auténticos ignorantes conscientes del Derecho Internacional Público y de  la Constitución Española. El problema de los políticos en general… Personas –algunos- a las que parece dar vergüenza utilizar los puros argumentos jurídicos frente a mezquinas falacias políticas. Como ciudadanos, tenemos la ley, tenemos el argumento puro y transparente como el agua que hace que el hielo –argumentos falaces políticos- se vayan para no volver.

Aquí acabó la historia, el profesor se había esfumado, dejando mi raída chistera en el mismo lugar en donde estaba antes de su visita. Y allí sigo sentado, mirando a Manhattan, escribiendo para vosotros.

A don Juan Antonio Carrillo Salcedo. Quien nos enseñó a amar el Derecho Internacional Público y nos llevó de la mano por los callejones de su autoridad y de su sabiduría.

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