JAIME FERNÁNDEZ-MIJARES
En estos días en los que
si se piensa que tendrían que gobernar los mejores, y de seguido te contestan
``pero si en esto nos metieron los de
las corbatas´´, anda este servidor apuntando, apoyado en su raída y
añeja chistera –imaginaria, no me juzguen mal- , aquello que podría ser y no
es. El idealismo no es ni debe ser el fuerte de alguien, si bien, debe ser el
pragmatismo y la acción a la vez que el movimiento, lento o rápido, cual
caracol o una liebre pero movimiento.
En 1874 el general Pavía
dio un golpe de Estado y procedió al desalojo de la Cámara Baja, a lo que los
diputados allí presentes respondieron con un intento de huída por las ventanas,
respondiendo Pavía, ``Pero, señorías,
pudiendo salir por la puerta tranquilamente, no huyan ustedes saltando por la
ventana´´. De aquel día se cuenta la leyenda que Pavía llegó a lomos de su
caballo hasta la cocina del Congreso, tal como recordaba el impertérrito
Alfonso Guerra en una intervención respondiendo al hombre con el que este país
está en deuda para siempre, Adolfo Suárez, ``Señor
Suárez, si el caballo de Pavía entra en el Congreso, será usted quien lo meta
(…) Suárez no aguanta más Democracia y la Democracia no aguanta más a Suárez´´.
El abrazo -Juan Genovés-. |
Hubo tres cosas que don Alfonso
no sabía: que Pavía no entró a caballo, que el ``caballo´´ de Pavía lo metió él
en el Congreso –Lean Anatomía de un Instante de Javier Cercas, entre otros
libros- y que aquellas crueles palabras dirigidas a don Adolfo le pesarían el
resto de su vida (cosa de la cual me alegro, pues si Dios no da la oportunidad
de redimir los pecados, puede redimirse su merced día a día o a través de
repetir lo mucho que se arrepiente).
Llega el puente de todos
los Santos en medio de una semana de actividad parlamentaria, y justo el día y
a la hora de tomar las pequeñas vacaciones, hay una votación, procediendo con
voz grave el presidente del Congreso a leer el resultado. Y es en el momento justo, cuando anuncia que
el resultado es negativo –sin llegar a los votos a favor ni abstenciones-,
cuando sus señorías emprenden la carrera como si Pavía estuviera presente y les
gritara, ``Hala, corran de puente, y ya
vienen la semana próxima sus señorías a trabajar.
Lo descrito en el párrafo
anterior no es otra cosa que una clara demostración: el animal político que es
el hombre, ha olvidado su propia esencia. Repasando a Platón, apoyando esto que
llaman e-book en mi raída chistera, leo que La Timarquía o Timocracia es el gobierno de la honra de los hombres
orgullosos y deseosos de recibir honores y que velan por el interés del Estado,
siendo lo importante, el engrandecimiento moral y la fama que jamás habrá de
conseguirse por el dinero; la gloria, en definitiva. No confundan lo
anterior con una suerte de Oligarquía o Tiranía del hombre excelente y
brillante que llega a gobernar.
El ideal es y tiene que
ser el siguiente: que sus señorías no anden tan apresurados a la hora de salir
de pequeñas vacaciones. Pues tienen un trabajo con cuarenta millones de jefes
–Felipe dixit- en el que tienen que desvivirse (y me consta que muchos lo
hacen), si bien a los medios trascienden determinadas actitudes o frases que en
nada les hace un favor.
Sentado en este banco observo
que ojalá y todos fueran como aquellos 56 firmantes de Filadelfia que llegaron
a escribir el mayor canto a la libertad escrito que existe, `Y para mayor fortalecimiento de esta
declaración, confiados a la protección de la providencia divina, empeñamos unos
a otros nuestra vida, nuestra fortuna y nuestro sagrado honor´, reza en su
última frase. Y llego a la conclusión de que la ciudadanía lo tiene más fácil,
pues somos los que tenemos que hacer pedagogía con nuestros gobernantes;
díganles qué quieren, no les digan que se inventen lo que quieren ustedes.
Recuérdenles que están ahí para hacer historia día a día, para procurar su
propia honra y la gloria para sí y los ciudadanos que les eligieron. Que la
soberanía de la que les hemos investido les honra y les hace hombres y mujeres
para el Honor y no para salir corriendo en cuanto hay algo de tiempo libre,
pues sólo hay dos cosas que no ocupan tiempo: el Saber y el Estado.
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