JAIME FERNÁNDEZ-MIJARES
Tenían
esa sana costumbre, expresión que utilizaba el profesor
Bolea cuando explicaba Historia. Como cantaba mi Mick Jagger Old Habits Die hard, las viejas
costumbres difícilmente mueren y los políticos han aprehendido ,para sí, una serie de sanas -pero malas- costumbres que hacen que nos gusten,
gustar como sinónimo de reír, que otra cosa no, pero a socarrones y
sarcásticos, en este cuaderno, no nos gana ni el mismísimo Dios. Sin más, es
preciso pasar a analizar esos imperativos categóricos según los cuales obran
los políticos actuales:
1.- Uso ridículo de la lengua
Quizás, la peor de las
sanas costumbres de los políticos es la de utilizar el verbo "cesar" como si fuera transitivo cuando no, no lo es. Por tanto, les aclaro que una persona
no puede CESAR a otra, CESAR cesa uno mismo, nadie puede cesarlo. .
2.- Brillante desparpajo con el subterfugio del
lenguaje
Esta costumbre va bien
relacionada con la anterior, pero no las considero iguales, bastante sencillo
es el porqué. A menudo escuchábamos un Leve
desaceleración económica, Moderación del ritmo de crecimiento de los salarios o
Factor de estabilidad político y económico –cuando la realidad indica lo
contrario-. ¿Saben a qué me refiero? Pues eso.
3.-
Nula experiencia de vida
Quizás podemos
estar equivocados, pero no concebimos la política como forma de vida o clave
para subsistir, sino que el hombre no tiene que necesitar de la política para
vivir, yaciendo ahí la clave, tal y como nos contó Diego de los Santos. Dicho
esto, la mayoría de las señorías de San Telmo poca vida han tenido a parte de
la política, salvando excepciones, evidentemente, pero valga recordar el caso
de USA, por ejemplo, donde los políticos son políticos, tras haberse convertido
en empresarios y hombre y mujeres de éxito en su profesión, amén de excepciones
claro está. Pero en España y Andalucía, queda todo solucionado con un "Es que
es un excelente servidor público y no necesita una carrera o experiencia
laboral para dedicarse a servir a los ciudadanos". Aún así, somos benévolos, y
les concedemos un voto de confianza, quizás anden pensando como Severo Ochoa,
quien se dedicó a investigar la vida y supo para qué existía. Ahí lo tienen.
4.-
Escuchar chistes de Eugenio
También podemos tomar a Gila, pero es curioso como sus señorías están constantemente sonriendo como si
vivieran en una burbuja y todo lo que vivimos fuera una tragicomedia sin fin. Claro
está, viven en una burbuja, pero a ellos y a ustedes les da igual, o no. De vez
en cuando está el chiste de Vamos a crear
empleo, creamos empleo, mi objetivo es crear empleo o el objetivo es una
reconversión del tejido industrial. Desafortunadamente, se lo creen, pero
no. No crean empleos ellos, ni ellos, ni el Leviatán en que han convertido este
Estado y Esta Comunidad.
5.-
Nula capacidad de razonamiento jurídico
La peor de todas las
costumbres es el hecho de hablar de la Ley como algo que es último recurso o
como algo que hay que cumplir por las malas y por defecto. No. La ley debe ser
el argumento de todo hombre y mujer dedicados a servir. El argumento jurídico
es siempre agua frente a cualquier falacia política que no es más que hielo que
se diluye ante la pureza de la evidencia.
6.-
Hipocresía
Pónganse en situación,
busquen en hemeroteca. Encontrarán situaciones en las cuales los que criticaban la política aplicada por un gobierno, ahora, hacen justo lo que criticaban y así
sucesivamente. Claro que, aquí, ni siquiera se escucha crítica, porque ni hay
ni se espera a los que critiquen y sean dignos y capaces opositores.
7.-
Sentido de la historia
Si un servidor tuviera
a mano una tribuna cada día, no se cansaría de evocar y citar a Hemingway,
Machado, Franklin o Von Mises. Pero no, a la mayoría de sus señorías sólo los vemos
aplaudir, gritar, abuchear o dar golpes en la madera del hemiciclo o la
asamblea autonómica.
8.-
Extraño uso de la vestimenta
Esbozamos una sonrisa
cuando observamos a muchos políticos con corbatas que les quedan como si fueran
llaveros colgados del cuello o la eterna americana abrochada con los tres o dos
botones. Ya sabemos que todos no pueden ser tan guapos como Adolfo Suárez o
tener ese fachón tan tremendo, pero oigan, cuando se les ve de semejante guisa
parece que no tienen ganas ni devoción por esa vocación que dicen tener.
9.-
Laxo sentido del deber
Y digo laxo porque el
deber no es un sentido, es una consecuencia de haber sido elegido por los
ciudadanos para ejercer la representación. Es increíble cómo las cámaras
legislativas aparecen vacías según qué se debata. No están ustedes para hacer
rentable las cafeterías de sus lugares de trabajo. En cualquier empresa privada,
su actitud es considerada una falta a sus deberes como trabajador, no hace
falta les diga que pasa con ustedes, con sus señorías pasa nada.
10.-
Currículos y carreras
Ejercer el poder, en la
antigüedad –tal y como dejé escrito en otros artículos- era todo un honor para
quienes acababan desempeñándolo. Hoy es una forma de trabajo, y ni siquiera
consideran que haya que formarse para ejercerlo. No se esfuerzan por ser los
mejores, ni quieren serlo. Por suerte, la ciudadanía y nosotros no es que
seamos los mejores, nos esforzamos por serlo, y eso es lo que cuenta, la actitud. El problema es que no se puede meter la actitud en la papeleta con la
que se vota cada cuatro años.